miércoles, 25 de septiembre de 2013

García Márquez y su vicio de contar

Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro (...) El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas, había que señalarlas con el dedo.

   Cuando a Gabriel García Márquez le dieron el premio Nobel de literatura en 1982, los periodistas corrieron a Colombia a entrevistar a la madre del escritor. Le preguntaron a la buena mujer que de dónde había sacado el escritor colombiano ese arte de contar historias, de fabular y ella ni corta ni perezosa contestó: -mire yo creo que todo eso que mi hijo escribe, se lo han contado-. No iba mal encaminada.
 Al niño Gabriel José, Gabito, lo habían criado sus abuelos el coronel Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán en Aracataca. Hasta los diez años estuvo el pequeño en aquel pueblo caluroso dejado allí por sus padres, que tuvieron que ir a vivir a Barranquilla por motivos de trabajo. El niño vivió en una casa grande, que siempre estaba llena de gente del pueblo o de parientes que venían de visita. Una casa que pertenecía a una familia que había conocido en otros momentos una bonanza económica que ya había desaparecido, pero que mantenía esa dignidad que aún queda, cuando el dinero desaparece. En ese peculiar escenario escuchaba el chico mil historias de boca de su abuela y de sus tías o primas. Aquel mundo que parecía lejano, se fue introduciendo en la mente del niño y fue marcando lo que luego seduciría a los lectores de todo el mundo muchos años más tarde. Había nacido Macondo en la cabeza de Gabriel, pero él no se daría cuenta hasta mucho tiempo después.
    Nunca fue un buen estudiante. Siendo el primogénito de una familia numerosa, sus padres estaban empeñados en que hiciera una carrera. Hizo el bachiller en un internado estatal y siempre destacó por su palabra escrita. El adolescente Gabriel era un muchacho extremadamente tímido, muy dado a las juergas y amoríos la imaginación es desde ese entonces su sello. En la carrera de Derecho sólo estaría dos años, nunca se identificó con esos estudios, tan solo seguía como un autómata una senda que le habían marcado. Sin embargo cada vez tenía más claro que su camino estaba en las letras. Era un lector voraz que leía a todas horas. Sus primeros escritos fueron unos cuentos cortos que le publicaron en el periódico El Espectador, en el que más adelante conseguiría un trabajo como corresponsal. El autor se deslizaba así entre la realidad y la ficción, la realidad de la noticia y la ficción de sus imaginativos escritos. Fue a los 27 años estando en París y llegó como corresponsal, donde escribió su primera novela La Hojarasca, en la que ya aparece Macondo, ese mundo creado por él. En París era Gabriel García Márquez "un piscis desamparado" que conoció el hambre y la penuria, que vivía en una buhardilla y que escribe tal vez como único recurso para escapar de la soledad. De esa época surgen La Hojarasca y La Mala Hora cuyos manuscritos son amarrados en viejas corbatas y pasan a ocupar el fondo de una maleta, que acompaña al escritor en el viaje de vuelta. Pero en otro fondo, en el de su mente, estaba incrustada una obra que nació siendo un clásico, Cien años de Soledad.

Antonio Muñoz Molina. Premio PRÍNCIPE DE ASTURIAS.

   Antonio Muñoz Molina se pasaba las noches entre novelas. Cuando todas las luces de su casa  estaban apagadas la luz de su habitación permanecía "en vela" mientras él devoraba aquellas líneas que lo transportaban a otros lugares que ni remotamente tenían algo que ver con su mundo rural de la provincia de Jaén en el que la recolección de la aceituna era una parte fundamental. Su padre campesino de la zona estaba muy preocupado por la afición del chico. No veía normal esa pasión por los libros y en muchas ocasiones confesó esta desazón a un buen amigo. El compañero de faena le decía, no te preocupes hombre a lo mejor cuando el muchacho crezca se le pasa esa locura. Gracias a Dios nunca se le pasó el enamoramiento, al contrario con los años se vió multiplicado.
   Cuando creció y le comunicó a su familia la intención de estudiar Historia del Arte en Madrid -es como un hombre del Renacimiento ya que adora y conoce mucho de pintura y arte así como de música moderna y clasica- su padre se alarmó muchísimo más. En aquellos años ponían en televisión una serie que transcurría en una cafetería de Madrid por la que pupulaban múltiples personajes buscavidas. Uno de esos personajes era un aspirante a escritor de nombre tan original como García. Y el bueno de García que nunca llegó a escribir ningún libro sino que se dedicó a pedir cada tarde un café, cuando entraba alegremente en el bar con unos papeles debajo del brazo, se sentaba en una mesa que daba hacia los ventanales y desde allí contemplaba como pasaba la vida.
   El padre de Antonio relacionó automáticamente la marcha de su hijo a Madrid con aquel García y su vida ociosa, y con esa sorna que utilizan a veces muchos padres, ya no le llamaba Antonio , sino García.
   Y nuestro García se hizo adulto y muy pronto salió el escritor que siempre llevó dentro y que a mí me maravilla. Autor de muchos libros fantásticos llenos de una prosa sensible, profunda y  de delicadas descripiciones que nos presenta a los personajes desde sus emociones para que podamos conocerlos tan a fondo como los conoce él mismo que los ha creado, ha conseguido la notoriedad como escritor siendo un literato joven, si tenemos en cuenta que muchos premios se suelen dar a escritores que transitan por la tercera edad.
   Antonio Muñoz Molina ha sido también director del Instituto Cervantes de Nueva York y da clases de literatura en una Universidad de la misma ciudad. Y recientemente le dieron un premio en Israel  por su estupenda obra Sefarad basada en historias de judíos.


lunes, 9 de septiembre de 2013

Citas Citables

   Cuando era una adolescente  cayó en mis manos una revista muy curiosa que se llamaba Selecciones (Reader Digest). Se trataba de una publicación americana que hacía al menos 40 años que salía cada mes a los kioskos y que portaba en su interior muchos artículos interesantes en un mundo en el que Internet era algo impensable que pertenecía a las películas de ciencia ficción.
   El formato de la revista era muy particular pues era  como una pequeña libretita en la que podías encontrar desde artículos en los que se hablaba de las últimas investigaciones científicas, hasta testimonios humanos de personas solidarias que tenían un gran valor en la vida al afrontar situaciones difíciles.

   A mis quince años me enganché rápidamente al Selecciones porque siempre he sido la fanática  de las revistas,  curiosamente le debo mi nombre a una de ellas ya que mi madre me puso Beatriz porque había una reina en Holanda  con ese nhombre y salía en la revista Hola cada  semana y además porque la pequeña revistilla americana tenía una sección muy especial que a mí me fascinaba que se llamaba Citas Citables, esas frases maravillosas que alguien famoso dijo en alguna ocasión.
   Y a partir de aquel momento empecé a copiar en una libreta esos pensamientos que hoy podemos encontrar hasta en los sobres de azúcar,  pero que a mí en aquellos instantes con mi corta edad y mis pocas vivencias mundanas me parecían lecciones de sabiduría en unas pocas líneas.
   Conservo la libreta ahora con las hojas amarillas y tengo millones de esas frases recopiladas. Han pasado los años pero no ha pasado mi gusto por esas palabras que encierran tanto saber de la vida. Recorro las páginas de mi viejo cuaderno y destacan algunas líneas:

     También los hombres somos instrumentos musicales, vibramos según quien nos toque.

   Esta siempre me encantó y siempre me acuerdo de ella cuando pienso en el amor y en lo maravilloso que es sentir esa vibración de estar enamorado de esa "persona concreta". 

     Para mí la verdad es lo que no puedo dejar de pensar.

   Totalmente de acuerdo, ese pensamiento que no se puede desterrar de la mente.

     Las palabras son vehículos que pueden transportarnos desde las opacas arenas  hasta las deslumbrantes estrellas.

   A los que nos fascinan las letras y la literatura esta frase nos parece una gran verdad y la creemos además a pies juntillas.


      Al hombre que amo lo quiero libre... incluso de mí.


    Sin comentario...

       Cuando un elefante está en problemas, hasta una rana lo patea.

    Este proverbio nos ayudará a ser más indulgentes con nosotros mismos en momentos difíciles, que nunca está de más perdonarnos la vida.

      De nuestros padres aprendemos a amar, a reir, a poner un pie detrás de otro pero al abrir un libro descubrimos que tenemos alas.

   Maravillosa realidad y ¡qué suerte poder vivir otras vidas a través de la lectura!

   Pero de todas esas frases yo siempre tuve una favorita, la llegué a copiar en la puerta de mi ropero para poder verla cada día. Hoy pienso en ella y creo que es un pensamiento muy fuerte pero que representa la tenacidad que a mí me encantaría tener en la vida. Se trata de una oración que dice:

    ¡Señor, concédenos el empeño de la mala hierba!

   Siempre se puede volver a empezar, siempre puede tener uno un motivo para luchar y reinventarse de nuevo.

   Y este verano encontré otro pensamiento impactante y que me apliqué inmediatamente. Se trata de otra idea que está acorde con mis circunstancias actuales y con la filosofía que quiero llevar a la práctica en esta vida mía. Ahí va la frasecita:

    Si quieres una vida, ¡róbala!

   Sé que es muy dura pero me gusta pensar que uno le arrebata al destino a  las circunstancias o a lo que quiera  que sea esos momentos que son  nuestros  por derecho, instantes que van a estar llenos de vida y que van a tener  nuestro sello. Porque uno intenta vivir el momento con toda la intensidad que se concentra en ese instante sin pensar en lo que viene en el minuto siguiente, sin medir si quiera las consecuencias que nos acarrearía el lanzarnos a la piscina libremente haciendo uso de la libertad con la que fuimos obsequiados al nacer, libres para amar, libres para pensar, libres para vivir.
  Y tenemos que procurar unirnos a personas que estén a la altura de semejante manera extraordinariamente de beberse la vida.
   Tal vez se necesita estar tocado por la mano de los dioses para ser capaces de disfrutar de la vida con los cinco sentidos, a tumba abierta, sin miedo a sufrir, sin miedo a la muerte.
   De mi paseo actual por las Citas Citables saco en conclusión que bienvenidos sean todos esos pensamientos si leyéndolos una vez más, me aportan el reflexionar y  además me sirven de candiles en la vida.
 




   

   


  
   

   

jueves, 25 de julio de 2013

Un sentimiento lleno de poesía.

   Un buen día estaba haciendo limpieza entre mis libros, una tarea ardua que me llevaba mucho tiempo debido a mi afán por coleccionar esos objetos maravillosos, que son como ventanas del mundo y de la vida, y en la parte en la que tenía mis ejemplares de poesía colocados todos juntos, me llamó la atención uno de Pedro Salinas, un poeta de principios del siglo pasado que siempre me gustó por la claridad de su poesía.
   Decidí abrir el libro y me llevé una sorpresa tremenda porque en la primera página yo había escrito hacía muchos años las iniciales de una persona amada. Pude leer:
           Para S.M.M.  pag. 96
    Hacía mucho tiempo que no nos habíamos vuelto a encontrar  y yo le hacía muy lejano en la distancia y en el tiempo pero me fui a la página marcada y recorrí las líneas del poema:

   ¡Cómo me dejas que te piense!
   Pensar en ti no lo hago solo, yo,
   pensar e ti es tenerte.
   Como el desnudo cuerpo ante los besos,
   todo ante mí, entregado.
   Siento como te das a mi memoria,
   como te rindes al pensar ardiente,
   tu gran consentimiento en la distancia,
   y más que consentir, que  entregarte
   me ayudas, vienes hasta mí, me
   enseñas, me haces señas
   con las delicias, vivas, del pasado, invitándome.

   Me dices desde alla
   que hagamos lo que quiero
   -unirnos- al pensarte.

   Y entramos por el beso que me abres
   y   pienso en ti 
   y te tengo, porque dejas que te piense.

   Estoy segura de que cualquiera de las noches que pasábamos juntos en las Canteras llegué a casa, leí el poema y apunté tu nombre y la página en la primera hoja del libro.
Probablemente así me sentía aquella noche acostada en mi cama, pensando en ti, recordando lo que había pasado  e imaginando  lo que no había pasado todavía...
   Abrir aquel libro te devolvió a mí de nuevo cuando ya, desde hacía mucho tiempo no vivías en mi cabeza.
   Y pensé en cuanto te había querido, de que forma maravillosa te soñaba cualdo volvía a mi casa después de haber estado contigo.
   Y ese día, con un plumero en la mano y el libro de hojas amarillentas en otra, me senté nostálgica echando de menos no a ti, sino aquel sentimiento que tú  me habías provocado que era además un sentimiento lleno de poesía.

viernes, 28 de junio de 2013

Imágenes de un curso.

Comienzo de curso: ¡Bienvenidos al cole! ¡hola profe! Abrimos el libro por la página 1. Profe que dice Carlitos que fue a la playa. ¡Silencio por favor! Busquen la página 5. Profe, Carlitos me pegó. Yo no fui profe, es mentira.
No se peleen, todos somos amigos. Y ¿qué hay que hacer en la página 5? ¿Ustedes no escuchan lo que yo les digo? ¡Aquí hay muchos sordos!
¡Feliz Navidad profe! ¡Felices fiestas chicos!
Abran el libro por la página 10. Yo no entiendo lo que hay que hacer profe. ¿En qué planeta estabas cuando yo estaba explicando? Yo aquí profe.
SI-LEN-CIO.
Página 15. No la encuentro profe. Pero ¿cómo te vas a enterar de algo si no se callan? y...¿qué había que hacer aquí profe?
Los de aquel rincón ¿a qué hora empezó esa fiesta? Cuenten el chiste y nos reímos todos. Es que Carlitos dijo ¡hola! y nos hizo gracia.
Página 20, no lo digo más lo he repetido cuatro veces. Pero profe ¿aquí hay que copiar? Hay que pensar para eso también usamos la cabeza, no sólo para llevar el pelo, pero por favor ¿quién está haciendo ese ruido y con quéeee? Es carlitos profe, con la boca profe ¿en este problema hay que multiplicar o hay que dividir? Te lo explico una vez más y los de aquel rincón ¿ya terminaron? no ya veo, es que no han empezado... pues si no terminan, no hay recreo. Ya terminamos profe. Lo ven, si cuando ustedes quieren...
Vamos a la última página... Aquí se multiplica ¿verdad profe? Si carlitos se multiplica muy bien, los de ese rincón que están tan animados, les aseguro que ¡los voy a echar mucho de menos estas vacaciones! (se les ilumina la cara y con una sonrisa en los labios me contestan) NOSOTROS TAMBIÉN A TI, PROFE.
¡FELIZ VERANO CHICOS! HASTA EL PRÓXIMO CURSO PROFE.







miércoles, 12 de junio de 2013

La sala X

   Cuando era niña estudie en un colegio de monjas. Un colegio que tenía algo bastante particular: su ubicación.
Ese centro de "piadosas" y "castas" monjitas estaba situado en la zona más bulliciosa y pecaminosa de la isla, el Parque de Santa Catalina.
   Corrían los años 70 y Gran Canaria empezaba con el boom turístico, que no sólo tuvo lugar en el sur sino que también se produjo en la capital, concretamente en la zona de la que estoy hablando y  en toda la parte cercana a a la fantástica playa de Las Canteras. Así que mis primeros años escolares fueron bastante divertidos ya que el lugar era de lo más variopinto y curioso.
Las primeras discotecas se encontraban a la vuelta de la esquina, como una sala que tenía un letrero de colores que decía Fantasy y la famosa Cacatúa. Nos rodeaban edificios de apartamentos llenos de extranjeros , principalmente nórdicos. También son de esa época las maravillosa cafeterías que todavía sobreviven, la Casa Suecia y La Tetera, que en aquellos años me llamaban mucho la atención y ahora me siguen gustando. Y Ricardo el bar de perritos calientes y hamburguesas nació también en ese entonces, que era muy internacional tener bares de comida rápida.
   Así que mientras las beatas monjas nos obligaban a abrocharnos el último botón de la camisa y subirnos aquellos horrorosos calcetines marrones hasta la rodilla, por la puerta de la escuela paseaban las suecas en short y camiseta y los relaciones públicas repartían tarjetas para hacer propaganda a las salas de fiesta de la zona. En alguna ocasión alguna pareja de extranjeros se llegó a acercar a mi soltándome un flamante billetito marrón de 100 pesetas. Eran otros tiempos y los niños estábamos muy poco vigilados. Nunca olvidaré el enfado de mi madre cuando le enseñé mi preciado tesoro y me dijo muy indignada si aquella gente se creía
que no teníamos para comer y nos daban limosnas,  tal vez tenía razón mi madre pero mi alegría de niña , por haber conseguido un tesoro de los vikingos se esfumó como el humo.
   Pero de todos los lugares extraños que encontrabas por la zona había uno que a mi  me despertaba mucho más la curiosidad, se trataba de una Sala X.
   Tardé muchos años en comprender que era aquello de X ya que cuando empecé el colegio era una niña pequeña de preescolar, pero acabé la E.G.B. a principios de los años 80 y en ese tiempo pude entender perfectamente lo que se cocía en ese lugar.
   Ahora me pregunto el porqué de ese nombre, tal vez será como los Rayos X que los llamaron así porque no encontraron otra manera mejor para nombrarlos y se quedaron con esa consonante. Puede ser que con esto sucediera igual, de la misma forma que hay "salas recreativas" o "salas de espera" pues "salas X" y andando, todo el mundo entendía, no hubiera sido muy acertado llamarlas "salas de urgencias".
   El caso es que estábamos en un país que empezaba a abrir su mente a lo bueno, a lo malo y a todo en general y recibiendo nosotros a tanta gente de fuera, algunos empresarios montaron este tipo de locales.
   Yo pasaba cada día delante de aquel lugar en la guagua y mis ojos se iban sin yo quererlo a la puerta, que era grande y pesada. De vez en cuando veía salir de allí a un coreano despistado, que salía de nuestro glorioso muelle, con las flotas de Korea y había llegado hasta allí guiado por el instinto. También llegué a ver salir de la misma puerta negra y acolchada a uno que tenía pinta de ser de ciudad alta y que hacía movimientos con el cuello para mirar hacía los lados y percatarse de que nadie lo pillaba al salir. Tal vez estaba trabajando por la zona y pensó en hacer una"argolla" en aquel peculiar lugar. Y es que la pornografía es como Avon llama a todas las puertas.
   Siempre intenté imaginar como sería aquello por dentro, oscuro y con una alfombra roja, no tenía dudas pero lo que no me pude imaginar es que muchísimos años después atravesaria la misma puerta que yo con mis ojos de niña veía como la puerta del infierno.
   Sucedió hace tres semanas. Un tio mío que es muy divertido y que ha estado en todos los altares del mundo de la noche, sabiendo que me gusta cantar me emplazó en un Karaoke, "para que no me perdiera la noche de los boleros". Decidí pasarme por allí con una amiga y cual fue mi sorpresa al ver que el karaoke estaba ubicado en el mismo local en el que tantos años había estado la sala X.
   Tengo que reconocer que bajar por aquellas escaleras me costó bastante y que mientras bajaba iba deseando de todo corazón que al menos hubieran cambiado la moqueta. El lugar me pareció "el bar de la guerra de las Galaxias", cambió de actividad el espacio pero deben tener unas energías extrañas aquellas paredes para atraer gente rara.
  Cuando la  velada acabó por fin  supe mientras salía que aquella era mi primera y última visita.
   Al  llegar a mi casa me puse a pensar si en ese local una vez que queda vacío y las luces están apagadas, se podrán escuchar los gemidos que han quedado atrapados entre las paredes, al fin y al cabo tantos años de orgasmos solitarios deben quedar en algún lugar.

viernes, 31 de mayo de 2013

Microcuento IV. Historia de la luna B

La luna B decidió merodear y dar una vuelta alrededor del planeta J. Mientras iba girando marcando un insólito zig-zag, ya que no es un satélite que entienda de perfectas elípticas, se fue dando cuenta de que nadie en el planeta J se había percatado de su trayectoria y pensemos, qué es una luna sin alguien que la admire y diga eso de ¿ viste el pedazo de luna que salió hoy ?
Así que la luna B apagó la luz, recogió los bártulos, se hizo luna nueva y creyó que había que buscar otro planeta a quien merodear. Pero antes se apuntó en una academia para aprender a girar en elíptica y hacerse de esta manera una luna más común, que los inéditos "zigzales" no parecen tener mucho éxito en este complicado espacio sideral.