martes, 27 de noviembre de 2012

Si lo sé me callo.

   Cualquier persona que se relacione con niños, bien porque sea padre o madre o porque se dedique a la enseñanza ha podido comprobar que las niñas adquieren la capacidad de hablar antes que los varones, maduran linguísticamente con anterioridad. Es decir, que desde pequeñas las mujeres vamos haciendo prácticas en ese aspecto de una manera precoz. Por tanto si hay un género que verdaderamente tiene el vicio de contar ese es el género femenino. Tal vez por eso llegamos a la madurez con esa "incontinencia verbal" que tanto mal nos puede hacer a veces y me explico.
   Lo cierto es que las mujeres tenemos la "manía" de aclararlo todo hasta lo imposible de aclarar, lo que no se debe esclarecer, lo que hay que dejar en el olvido y no volverlo a sacar a colación nunca más.
   Una vez le escuché decir a Gabriel García Márquez en una entrevista, que él adoraba a las mujeres y las admiraba muchísimo, pero que no entendía esa manera que teníamos de "descuartizar" la información hasta el punto de que queríamos esclarecerlo absolutamente todo.
  Es muy probable que este hombre al que admiro tanto pueda tener razón. Es muy común escuchar de nuestros labios frases como:
-Cariño tenemos que hablar. Quiero hablar contigo-. O en el peor de los casos, ya a la desesperada:       Necesito hablar de lo nuestro-. A todos estos reclamos "el interlocutor" o sea "el otro", te mira con cara de artista de cine mudo, pensando además que él ni quiere ni necesita hablar, -¿HABLAR? ¿HABLAR DE QUÉ? si va a empezar la segunda parte del partido y no es el momento. Yo que estaba tan tranquilo y no tenía ganas de discutir-. Porque para él, HABLAR a veces es sinónimo de DISCUTIR. Él piensa: -ya verás, empezaremos bien y esto se convertirá en la historia interminable-.
   Y entonces comenzamos nuestra retahila, una de esas aclaraciones que se empieza a convertir en monólogo, que cuando  nos embarcamos en ella no sabemos ni a donde nos va a llevar pero  que nosotras seguimos adelante con el "mitin" PORQUE LO QUE SE EMPIEZA, SE ACABA.
   A él le sale en ese momento la mejor interpretación de todos los tiempos como actor de cine "no sonoro", o sea silencioso que es capaz de callarse ante incluso la afirmación más rocambolesca y punzante que a ti se te pueda ocurrir.
   Y siempre me he preguntado como lo hacen, como pueden tener la capacidad de mirarte, poner cara de pócker e incluso de preguntarte en uno de esos momentos críticos:-¿tú no tienes hambre?-, haciendo de esa manera el mejor intento de "la historia" de cambiar de tema, con un giro que ríete tú de los giros que daban los ovnis en el "espacio infinito".
   Bromas aparte creo que las mujeres tenemos una capacidad de comunicación extraordinaria, algo que en nosotras es muy valioso y que nos hace ser conciliadoras, en la mayoría de los casos. Y que de los hombres debemos aprender ese lado práctico que le aplican a todo, ese eslogan que parece que tienen de "si tiene solución no te preocupes por ello y si no tiene solución tampoco porque nada se puede hacer".
   Está claro que el binomio hombre/mujer ya sea como pareja o como amigos, es una combinación maravillosa y calladas o enfrascadas en nuestros mejores circunloquios, necesitamos de esos "mudos fantásticos".

martes, 13 de noviembre de 2012

Microcuento II. "A la cola, como todo el mundo".

   "A la cola como todo el mundo". Debo tener paciencia no me esperaba que aquí sucediera lo mismo que en el otro sitio, pero mira tú por donde, tanto que me imaginé un lugar diferente, con otras características y al final hay algo en común. Pero es que ha sido todo tan precipitado... Sólo recuerdo aquel ruido ensordecedor y nada más.
   No veo a nadie conocido, también sería casualidad encontrarse aquí con un vecino. Con un familiar o amigo no me gustaría la verdad. Y yo me pregunto ¿esta gente tendrá en cuenta que estoy aquí antes de tiempo? ¿que todo esto es prematuro? El recuento que hice de mi vida sería más corto que el de este hombre anciano que tengo delante de mí, en esta "bendita cola", aunque ¡hay que ver! la de cosas que dejé por hacer, seré memo. Ya me podrían dar la oportunidad de volver. ¡Otro gallo me cantaría con lo que sé ahora!  Tal vez si ven que no he sido tan malo... aunque alguna trastada he hecho, vaya que sí y lo bien que me lo pasé haciéndola. No sé si aquí ese tipo de cosas se penalizan, en el otro lado estaban muy mal vistas.
Ya se verá.
   La cola va avanzando, paciencia que ahora soy un muerto y el cielo me debe estar esperando.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Sucedió un Domingo.

   Quiero compartir un secreto, el domigo no es mi día favorito. Amanece el séptimo día, que para los anglosajones es el día del sol -Sunday-, pero que para mí es un día gris en el que toda la vulnerabilidad del mundo se me cae encima.
   Y muchas veces me he preguntado de donde me viene esa "pena dominguera", por qué me siento pequeña ese día en el que la gente gandulea, compra el periódico y churros para desayunar, pasea al perro y a la suegra sin prisas y yo me dispongo a bajar las persianas, meterme en el sofá y entre "ensueños" de viernes o sábados me pongo a esperar a que el fantástico día dominical pase rápido, llevándose mi inexplicable tristeza.
   Estoy convencida de que a Jesucristo lo crucificaron un domingo, y tengo la sospecha de que ahí no queda la cosa. Antes de este horrible suceso ya habían venido las siete plagas de Egipto que se hicieron efectivas el último día de la semana. Aunque aún hay más.
   Los constructores de la Torre de Babel que querían hacer un edificio que tocase el cielo, empezaron de repente a hablar todos un idioma diferente, dejando de entenderse para siempre. Hasta aquel fatídico domingo, todos tenían la misma lengua y usaban las mismas palabras.
   ¿Y cuándo creen que comenzó el diluvio universal? Pues no podía ser otro día que un muy lluvioso domingo. Si no, que se lo pregunten a Noé, que por muchas lluvias que caigan nunca va a olvidar el día en que tuvo que buscar un arca y refugiarse allí con todos aquellos animales.
   Las desapariciones misteriosas del triángulo de las Bermudas, la falsificación de la fórmula de la coca-cola, la primera terrorífica aparición del monstruo del lago Ness, todos, todos estos sucesos ocurrieron en domingo, ¿cómo no me voy a sentir yo así, tan desvalida cuando llega el final de la semana?
   Y si se rompe el microondas, la lavadora, el móvil o el disco duro del ordenador es bastante probable que eso suceda el día de misa.
   Creo que me quedo más tranquila ahora que sé de donde me viene mi domingofobia.
   No sé si alguien en un día así me dijo que no me quería, tengo muy mala memoria para el desamor pero ahora que lo sabes tú, que conoces mi mayor secreto, déjame abrazarte este domingo y desaparecer contigo en este sombrío túnel dominical para renacer de nuevo el  luminoso lunes, con la ilusión de que voy a ser feliz.