Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro (...) El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas, había que señalarlas con el dedo.
Cuando a Gabriel García Márquez le dieron el premio Nobel de literatura en 1982, los periodistas corrieron a Colombia a entrevistar a la madre del escritor. Le preguntaron a la buena mujer que de dónde había sacado el escritor colombiano ese arte de contar historias, de fabular y ella ni corta ni perezosa contestó: -mire yo creo que todo eso que mi hijo escribe, se lo han contado-. No iba mal encaminada.
Al niño Gabriel José, Gabito, lo habían criado sus abuelos el coronel Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán en Aracataca. Hasta los diez años estuvo el pequeño en aquel pueblo caluroso dejado allí por sus padres, que tuvieron que ir a vivir a Barranquilla por motivos de trabajo. El niño vivió en una casa grande, que siempre estaba llena de gente del pueblo o de parientes que venían de visita. Una casa que pertenecía a una familia que había conocido en otros momentos una bonanza económica que ya había desaparecido, pero que mantenía esa dignidad que aún queda, cuando el dinero desaparece. En ese peculiar escenario escuchaba el chico mil historias de boca de su abuela y de sus tías o primas. Aquel mundo que parecía lejano, se fue introduciendo en la mente del niño y fue marcando lo que luego seduciría a los lectores de todo el mundo muchos años más tarde. Había nacido Macondo en la cabeza de Gabriel, pero él no se daría cuenta hasta mucho tiempo después.
Nunca fue un buen estudiante. Siendo el primogénito de una familia numerosa, sus padres estaban empeñados en que hiciera una carrera. Hizo el bachiller en un internado estatal y siempre destacó por su palabra escrita. El adolescente Gabriel era un muchacho extremadamente tímido, muy dado a las juergas y amoríos la imaginación es desde ese entonces su sello. En la carrera de Derecho sólo estaría dos años, nunca se identificó con esos estudios, tan solo seguía como un autómata una senda que le habían marcado. Sin embargo cada vez tenía más claro que su camino estaba en las letras. Era un lector voraz que leía a todas horas. Sus primeros escritos fueron unos cuentos cortos que le publicaron en el periódico El Espectador, en el que más adelante conseguiría un trabajo como corresponsal. El autor se deslizaba así entre la realidad y la ficción, la realidad de la noticia y la ficción de sus imaginativos escritos. Fue a los 27 años estando en París y llegó como corresponsal, donde escribió su primera novela La Hojarasca, en la que ya aparece Macondo, ese mundo creado por él. En París era Gabriel García Márquez "un piscis desamparado" que conoció el hambre y la penuria, que vivía en una buhardilla y que escribe tal vez como único recurso para escapar de la soledad. De esa época surgen La Hojarasca y La Mala Hora cuyos manuscritos son amarrados en viejas corbatas y pasan a ocupar el fondo de una maleta, que acompaña al escritor en el viaje de vuelta. Pero en otro fondo, en el de su mente, estaba incrustada una obra que nació siendo un clásico, Cien años de Soledad.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Antonio Muñoz Molina. Premio PRÍNCIPE DE ASTURIAS.
Antonio Muñoz Molina se pasaba las noches entre novelas. Cuando todas las luces de su casa estaban apagadas la luz de su habitación permanecía "en vela" mientras él devoraba aquellas líneas que lo transportaban a otros lugares que ni remotamente tenían algo que ver con su mundo rural de la provincia de Jaén en el que la recolección de la aceituna era una parte fundamental. Su padre campesino de la zona estaba muy preocupado por la afición del chico. No veía normal esa pasión por los libros y en muchas ocasiones confesó esta desazón a un buen amigo. El compañero de faena le decía, no te preocupes hombre a lo mejor cuando el muchacho crezca se le pasa esa locura. Gracias a Dios nunca se le pasó el enamoramiento, al contrario con los años se vió multiplicado.
Cuando creció y le comunicó a su familia la intención de estudiar Historia del Arte en Madrid -es como un hombre del Renacimiento ya que adora y conoce mucho de pintura y arte así como de música moderna y clasica- su padre se alarmó muchísimo más. En aquellos años ponían en televisión una serie que transcurría en una cafetería de Madrid por la que pupulaban múltiples personajes buscavidas. Uno de esos personajes era un aspirante a escritor de nombre tan original como García. Y el bueno de García que nunca llegó a escribir ningún libro sino que se dedicó a pedir cada tarde un café, cuando entraba alegremente en el bar con unos papeles debajo del brazo, se sentaba en una mesa que daba hacia los ventanales y desde allí contemplaba como pasaba la vida.
El padre de Antonio relacionó automáticamente la marcha de su hijo a Madrid con aquel García y su vida ociosa, y con esa sorna que utilizan a veces muchos padres, ya no le llamaba Antonio , sino García.
Y nuestro García se hizo adulto y muy pronto salió el escritor que siempre llevó dentro y que a mí me maravilla. Autor de muchos libros fantásticos llenos de una prosa sensible, profunda y de delicadas descripiciones que nos presenta a los personajes desde sus emociones para que podamos conocerlos tan a fondo como los conoce él mismo que los ha creado, ha conseguido la notoriedad como escritor siendo un literato joven, si tenemos en cuenta que muchos premios se suelen dar a escritores que transitan por la tercera edad.
Antonio Muñoz Molina ha sido también director del Instituto Cervantes de Nueva York y da clases de literatura en una Universidad de la misma ciudad. Y recientemente le dieron un premio en Israel por su estupenda obra Sefarad basada en historias de judíos.
Cuando creció y le comunicó a su familia la intención de estudiar Historia del Arte en Madrid -es como un hombre del Renacimiento ya que adora y conoce mucho de pintura y arte así como de música moderna y clasica- su padre se alarmó muchísimo más. En aquellos años ponían en televisión una serie que transcurría en una cafetería de Madrid por la que pupulaban múltiples personajes buscavidas. Uno de esos personajes era un aspirante a escritor de nombre tan original como García. Y el bueno de García que nunca llegó a escribir ningún libro sino que se dedicó a pedir cada tarde un café, cuando entraba alegremente en el bar con unos papeles debajo del brazo, se sentaba en una mesa que daba hacia los ventanales y desde allí contemplaba como pasaba la vida.
El padre de Antonio relacionó automáticamente la marcha de su hijo a Madrid con aquel García y su vida ociosa, y con esa sorna que utilizan a veces muchos padres, ya no le llamaba Antonio , sino García.
Y nuestro García se hizo adulto y muy pronto salió el escritor que siempre llevó dentro y que a mí me maravilla. Autor de muchos libros fantásticos llenos de una prosa sensible, profunda y de delicadas descripiciones que nos presenta a los personajes desde sus emociones para que podamos conocerlos tan a fondo como los conoce él mismo que los ha creado, ha conseguido la notoriedad como escritor siendo un literato joven, si tenemos en cuenta que muchos premios se suelen dar a escritores que transitan por la tercera edad.
Antonio Muñoz Molina ha sido también director del Instituto Cervantes de Nueva York y da clases de literatura en una Universidad de la misma ciudad. Y recientemente le dieron un premio en Israel por su estupenda obra Sefarad basada en historias de judíos.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Citas Citables
Cuando era una adolescente cayó en mis manos una revista muy curiosa que se llamaba Selecciones (Reader Digest). Se trataba de una publicación americana que hacía al menos 40 años que salía cada mes a los kioskos y que portaba en su interior muchos artículos interesantes en un mundo en el que Internet era algo impensable que pertenecía a las películas de ciencia ficción.
El formato de la revista era muy particular pues era como una pequeña libretita en la que podías encontrar desde artículos en los que se hablaba de las últimas investigaciones científicas, hasta testimonios humanos de personas solidarias que tenían un gran valor en la vida al afrontar situaciones difíciles.
A mis quince años me enganché rápidamente al Selecciones porque siempre he sido la fanática de las revistas, curiosamente le debo mi nombre a una de ellas ya que mi madre me puso Beatriz porque había una reina en Holanda con ese nhombre y salía en la revista Hola cada semana y además porque la pequeña revistilla americana tenía una sección muy especial que a mí me fascinaba que se llamaba Citas Citables, esas frases maravillosas que alguien famoso dijo en alguna ocasión.
Y a partir de aquel momento empecé a copiar en una libreta esos pensamientos que hoy podemos encontrar hasta en los sobres de azúcar, pero que a mí en aquellos instantes con mi corta edad y mis pocas vivencias mundanas me parecían lecciones de sabiduría en unas pocas líneas.
Conservo la libreta ahora con las hojas amarillas y tengo millones de esas frases recopiladas. Han pasado los años pero no ha pasado mi gusto por esas palabras que encierran tanto saber de la vida. Recorro las páginas de mi viejo cuaderno y destacan algunas líneas:
También los hombres somos instrumentos musicales, vibramos según quien nos toque.
Esta siempre me encantó y siempre me acuerdo de ella cuando pienso en el amor y en lo maravilloso que es sentir esa vibración de estar enamorado de esa "persona concreta".
Para mí la verdad es lo que no puedo dejar de pensar.
Totalmente de acuerdo, ese pensamiento que no se puede desterrar de la mente.
Las palabras son vehículos que pueden transportarnos desde las opacas arenas hasta las deslumbrantes estrellas.
A los que nos fascinan las letras y la literatura esta frase nos parece una gran verdad y la creemos además a pies juntillas.
Al hombre que amo lo quiero libre... incluso de mí.
Sin comentario...
Cuando un elefante está en problemas, hasta una rana lo patea.
Este proverbio nos ayudará a ser más indulgentes con nosotros mismos en momentos difíciles, que nunca está de más perdonarnos la vida.
De nuestros padres aprendemos a amar, a reir, a poner un pie detrás de otro pero al abrir un libro descubrimos que tenemos alas.
Maravillosa realidad y ¡qué suerte poder vivir otras vidas a través de la lectura!
Pero de todas esas frases yo siempre tuve una favorita, la llegué a copiar en la puerta de mi ropero para poder verla cada día. Hoy pienso en ella y creo que es un pensamiento muy fuerte pero que representa la tenacidad que a mí me encantaría tener en la vida. Se trata de una oración que dice:
¡Señor, concédenos el empeño de la mala hierba!
Siempre se puede volver a empezar, siempre puede tener uno un motivo para luchar y reinventarse de nuevo.
Y este verano encontré otro pensamiento impactante y que me apliqué inmediatamente. Se trata de otra idea que está acorde con mis circunstancias actuales y con la filosofía que quiero llevar a la práctica en esta vida mía. Ahí va la frasecita:
Si quieres una vida, ¡róbala!
Sé que es muy dura pero me gusta pensar que uno le arrebata al destino a las circunstancias o a lo que quiera que sea esos momentos que son nuestros por derecho, instantes que van a estar llenos de vida y que van a tener nuestro sello. Porque uno intenta vivir el momento con toda la intensidad que se concentra en ese instante sin pensar en lo que viene en el minuto siguiente, sin medir si quiera las consecuencias que nos acarrearía el lanzarnos a la piscina libremente haciendo uso de la libertad con la que fuimos obsequiados al nacer, libres para amar, libres para pensar, libres para vivir.
Y tenemos que procurar unirnos a personas que estén a la altura de semejante manera extraordinariamente de beberse la vida.
Tal vez se necesita estar tocado por la mano de los dioses para ser capaces de disfrutar de la vida con los cinco sentidos, a tumba abierta, sin miedo a sufrir, sin miedo a la muerte.
De mi paseo actual por las Citas Citables saco en conclusión que bienvenidos sean todos esos pensamientos si leyéndolos una vez más, me aportan el reflexionar y además me sirven de candiles en la vida.
El formato de la revista era muy particular pues era como una pequeña libretita en la que podías encontrar desde artículos en los que se hablaba de las últimas investigaciones científicas, hasta testimonios humanos de personas solidarias que tenían un gran valor en la vida al afrontar situaciones difíciles.
A mis quince años me enganché rápidamente al Selecciones porque siempre he sido la fanática de las revistas, curiosamente le debo mi nombre a una de ellas ya que mi madre me puso Beatriz porque había una reina en Holanda con ese nhombre y salía en la revista Hola cada semana y además porque la pequeña revistilla americana tenía una sección muy especial que a mí me fascinaba que se llamaba Citas Citables, esas frases maravillosas que alguien famoso dijo en alguna ocasión.
Y a partir de aquel momento empecé a copiar en una libreta esos pensamientos que hoy podemos encontrar hasta en los sobres de azúcar, pero que a mí en aquellos instantes con mi corta edad y mis pocas vivencias mundanas me parecían lecciones de sabiduría en unas pocas líneas.
Conservo la libreta ahora con las hojas amarillas y tengo millones de esas frases recopiladas. Han pasado los años pero no ha pasado mi gusto por esas palabras que encierran tanto saber de la vida. Recorro las páginas de mi viejo cuaderno y destacan algunas líneas:
También los hombres somos instrumentos musicales, vibramos según quien nos toque.
Esta siempre me encantó y siempre me acuerdo de ella cuando pienso en el amor y en lo maravilloso que es sentir esa vibración de estar enamorado de esa "persona concreta".
Para mí la verdad es lo que no puedo dejar de pensar.
Totalmente de acuerdo, ese pensamiento que no se puede desterrar de la mente.
Las palabras son vehículos que pueden transportarnos desde las opacas arenas hasta las deslumbrantes estrellas.
A los que nos fascinan las letras y la literatura esta frase nos parece una gran verdad y la creemos además a pies juntillas.
Al hombre que amo lo quiero libre... incluso de mí.
Sin comentario...
Cuando un elefante está en problemas, hasta una rana lo patea.
Este proverbio nos ayudará a ser más indulgentes con nosotros mismos en momentos difíciles, que nunca está de más perdonarnos la vida.
De nuestros padres aprendemos a amar, a reir, a poner un pie detrás de otro pero al abrir un libro descubrimos que tenemos alas.
Maravillosa realidad y ¡qué suerte poder vivir otras vidas a través de la lectura!
Pero de todas esas frases yo siempre tuve una favorita, la llegué a copiar en la puerta de mi ropero para poder verla cada día. Hoy pienso en ella y creo que es un pensamiento muy fuerte pero que representa la tenacidad que a mí me encantaría tener en la vida. Se trata de una oración que dice:
¡Señor, concédenos el empeño de la mala hierba!
Siempre se puede volver a empezar, siempre puede tener uno un motivo para luchar y reinventarse de nuevo.
Y este verano encontré otro pensamiento impactante y que me apliqué inmediatamente. Se trata de otra idea que está acorde con mis circunstancias actuales y con la filosofía que quiero llevar a la práctica en esta vida mía. Ahí va la frasecita:
Si quieres una vida, ¡róbala!
Sé que es muy dura pero me gusta pensar que uno le arrebata al destino a las circunstancias o a lo que quiera que sea esos momentos que son nuestros por derecho, instantes que van a estar llenos de vida y que van a tener nuestro sello. Porque uno intenta vivir el momento con toda la intensidad que se concentra en ese instante sin pensar en lo que viene en el minuto siguiente, sin medir si quiera las consecuencias que nos acarrearía el lanzarnos a la piscina libremente haciendo uso de la libertad con la que fuimos obsequiados al nacer, libres para amar, libres para pensar, libres para vivir.
Y tenemos que procurar unirnos a personas que estén a la altura de semejante manera extraordinariamente de beberse la vida.
Tal vez se necesita estar tocado por la mano de los dioses para ser capaces de disfrutar de la vida con los cinco sentidos, a tumba abierta, sin miedo a sufrir, sin miedo a la muerte.
De mi paseo actual por las Citas Citables saco en conclusión que bienvenidos sean todos esos pensamientos si leyéndolos una vez más, me aportan el reflexionar y además me sirven de candiles en la vida.
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