jueves, 4 de agosto de 2016

UNA PUERTA PARTICULAR

   Siempre me entretuve en observar en aeropuertos y estaciones las caras de la gente cuando se disponía a recibir a seres queridos. La impaciencia, la alegría contenida, las miradas insistentes hacia la puerta desde donde salían aquellos a los que se ansia tanto volver a ver, todo forma parte de una espera que tiene un principal ingrediente, el amor.
   En una ocasión fui testigo de un gran recibimiento por parte de un grupo de gente que con globos y pancartas esperaban a muchos niños saharauis que venían de su árido país para compartir con familias generosas un feliz verano. Los niños llegaban envueltos en polvo de carreteras por las que habían tenido que transitar en destartalados camiones antes de llegar al  aeropuerto más cercano. Temblorosos, curiosos y felices se dejaban abrazar por todos los que querían aliviar sus penurias durante un corto mes con cariño, atenciones, regalos y consultas médicas.
   En otra ocasión pude ver tras esa particular puerta de salida a toda una familia que recibía emocionada a una pareja que traía entre sus brazos a su nueva hija adoptiva procedente de China. En esta ocasión no pude evitar derramar unas lágrimas solidarias junto a abuelos, tíos y demás familiares que veíamos atravesar por la puerta un maravilloso sueño de amor hecho realidad para dos personas.
   De tantos enamorados que he podido ver me acuerdo especialmente de los últimos que vi en el aeropuerto de Madrid. Una chica joven, que debía estar en plena forma física, corrió como la mejor atleta del mundo y saltó sobre su amado encaramándose en este llenándolo de efusivos besos y abrazos provocando la sonrisa en todos los que observamos la simpática escena.
   El mundo de la literatura está lleno de recibimientos inolvidables. En una de las últimas novelas de Javier Marías, Los enamoramientos,  una mujer llegó a un aeropuerto con una maravillosa sonrisa,  el que la esperaba jamás pudo olvidar ese momento, aun cuando la dejó de amar, nunca  dejó de recordar  aquella expresión de  plenitud y felicidad.
   En todo esto existe una cosa en común, el amor que nos une, que nos mueve, que nos toca como si fuera una barita mágica y nos convierte en seres privilegiados porque la única manera de alcanzar la inmortalidad que tiene el ser humano es amando y siendo amado. No nos engañemos sólo se resucita por amor.
   Y no sé que cara debo de tener yo en este momento que estoy al otro lado de la puerta  esperando a que aparezcas. El corazón se ha vuelto loco y con el fin de que se sosiegue lo he sacado de su caparazón en donde suele estar protegido y lo porto ahora en las manos. Me dan ganas de ponerle un cartelito de estos que dicen... FRAGIL. Mis ojos no parpadean y siguen el vaivén de la puerta que se abre y se cierra dejando pasar a tantas personas que no son tú. Estos minutos son eternos, pero finalmente apareces, creo que resucito en este instante. Camino rápido hacia ti con la intención de abrazarte y caigo en la cuenta de que llevo el corazón en las manos.