Cada vez que me planteaba dejar de fumar me sentaba y me fumaba un cigarro desesperadamente analizando la cuestión.
Ya sabía que mi relación con el tabaco tenía los días contados y me aferraba a aquel mortal e insano objeto cilíndrico, viendo como transcurría el final de nuestra oscura relación. Oscura sobre todo por el color que probablemente tendrían en aquellos momentos mis pulmones y mi voluntad, que aunque parezca una locura, quería permanecer fiel al tabaco hasta por lo menos los 80 años.
Yo pretendía seguir fumando como esas maravillosas heroínas, malas mujeres llenas de vida de las películas clásicas que a mí tanto me gustan.
Fumar como Rita Hayworth en Gilda, Vivian Leight en Un Tranvía llamado deseo, cuando hacía de alcohólica junto a un malo, malísimo como Marlon Brandon, o como Marisa Paredes en la almodovariana Todo sobre mi madre y decía con cara de loca que mira al vacío:
-me llaman Huma, porque mi vida se ha desvanecido como el humo.
Pero soy más normal que todo eso y en aquellos momentos, me entraba una nostalgia tremenda por los instantes que viviría en el futuro sin el tabaco.
Ya no fumaría más estaba decidido, ni cuando estuviera nerviosa, ni en una situación dramática, ni al recibir una llamada inesperada o al arreglarme para una gloriosa cita. Tampoco fumaría después de comer o pintarme las uñas, no fumaría con mi amiga de turno mientras nos contábamos los últimos acontecimientos, ni después de... No fumaría con una copa en la mano, algo impensable.
Parecía como si el tabaco me hiciera pensar mejor, me hiciera más inteligente. Cogías uno de la cajetilla, lo encendías, preferiblemente con un mechero, las cerillas te dejaban un sabor raro en la boca, y te sentabas a pensar en tus cosas mientras te quedabas absorta mirando como el humo iba llenando el espacio que ocupabas.
Muchas veces en uno de estos momentos mientras vivía con mis padres, entraba mi madre por la puerta y de un plumazo me sacaba de mi ensoñación y de aquella humareda inhumana mientras se dirigía rauda a abrir la ventana y con su agudo sentido del humor me decía:
-esto parece un fumadero de opio.
Si, me sentaba a fumar y pensaba.
Y aquel día, hace por estas fechas 11 años, tomé una decisión DEJAR DE FUMAR.
Totalmente identificada. La pena que yo no tengo tanta fuerza de voluntad y no he conseguido librarme de éste mal vicio. Yo estuve presente cuando lo dejaste, así, de un plumazo, y siempre lo he admirado. Siempre te pongo de ejemplo cuando alguien me dice que no se puede dejar el tabaco de golpe. Ahora me falta seguir tu ejemplo.
ResponderEliminarCuando hemos adkirido un vicio y lo dejamos te aseguro ke nunka estamos curados del todo de no volver a caer te lo dice una reincidente Pero bueno te animo a ke sigas como vas sin fumar ke es muy bueno para la salud y sigue escribiendo ke es muy bueno para la mente y el alma Dicen ke casi todos los escritores fuman tu no lo hagas sigue rompiendo moldes.Muchos muakiiisss
ResponderEliminares un gran logro haber dejado ese vicio, amiga!! enhorabuena por lo bien que escribes!!!!
ResponderEliminarNiña de la manera ke lo kuentas hasta a mi, ke no fumo, me han entrado unas ganas desesperadas de empezar a fumar... cuidadin kon lo ke se eskribe y komo lo eskribes kanaya...
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