Quiero compartir un secreto, el domigo no es mi día favorito. Amanece el séptimo día, que para los anglosajones es el día del sol -Sunday-, pero que para mí es un día gris en el que toda la vulnerabilidad del mundo se me cae encima.
Y muchas veces me he preguntado de donde me viene esa "pena dominguera", por qué me siento pequeña ese día en el que la gente gandulea, compra el periódico y churros para desayunar, pasea al perro y a la suegra sin prisas y yo me dispongo a bajar las persianas, meterme en el sofá y entre "ensueños" de viernes o sábados me pongo a esperar a que el fantástico día dominical pase rápido, llevándose mi inexplicable tristeza.
Estoy convencida de que a Jesucristo lo crucificaron un domingo, y tengo la sospecha de que ahí no queda la cosa. Antes de este horrible suceso ya habían venido las siete plagas de Egipto que se hicieron efectivas el último día de la semana. Aunque aún hay más.
Los constructores de la Torre de Babel que querían hacer un edificio que tocase el cielo, empezaron de repente a hablar todos un idioma diferente, dejando de entenderse para siempre. Hasta aquel fatídico domingo, todos tenían la misma lengua y usaban las mismas palabras.
¿Y cuándo creen que comenzó el diluvio universal? Pues no podía ser otro día que un muy lluvioso domingo. Si no, que se lo pregunten a Noé, que por muchas lluvias que caigan nunca va a olvidar el día en que tuvo que buscar un arca y refugiarse allí con todos aquellos animales.
Las desapariciones misteriosas del triángulo de las Bermudas, la falsificación de la fórmula de la coca-cola, la primera terrorífica aparición del monstruo del lago Ness, todos, todos estos sucesos ocurrieron en domingo, ¿cómo no me voy a sentir yo así, tan desvalida cuando llega el final de la semana?
Y si se rompe el microondas, la lavadora, el móvil o el disco duro del ordenador es bastante probable que eso suceda el día de misa.
Creo que me quedo más tranquila ahora que sé de donde me viene mi domingofobia.
No sé si alguien en un día así me dijo que no me quería, tengo muy mala memoria para el desamor pero ahora que lo sabes tú, que conoces mi mayor secreto, déjame abrazarte este domingo y desaparecer contigo en este sombrío túnel dominical para renacer de nuevo el luminoso lunes, con la ilusión de que voy a ser feliz.
Oiisss cómo echaba de menos un post de tu blog, mira que me encanta leerlo y me encanta aprender cosas. Y cuñada, yo tampoco comprendía ese corajillo que le tenía a los domingos,y ahora lo entiendo todo. Y no tenía ni idea que todas esas cosas pasaron en domingo, pero debe ser que alguna parte de mi subconsciente lo sabía. Ánimo, que todavía es sábado! Besitos
ResponderEliminarDomingo, domingooooo,domingo domingooooo Tarataratara taratataaaaa
ResponderEliminarPrograma coñazo de TV, no recuerdo el nombre, serás porque lo transmitían un Domingo jejeje
Besitos
Como siempre me encanta leerte, y tu dices ke eres feliz escribiendo, y para mi tienes el don de transmitir sensaciones con tus narraciones. Mientras no tengas otros planes dedicate los domingos, a deleitarnos con tu buen y bonito vicio de contar.
ResponderEliminarHola compañera!
ResponderEliminarA mi tampoco me gustaban los domingos, especialmente por la tarde.Supongo que era por la absoluta certeza de que ya se acababa el fin de semana y quedaba poco para el lunes. O porque me quedaba en el subsconciente la imagen de cuando era pequeña volviendo con mis padres de pasear por Triana, en guagua y con esa luz mortecina de las farolas que, por cierto, nunca me ha perecido que iluminen...Ahora que tengo alguos años más ya no me pasa, intento disfrutarlo, incluso sin hacer nada. Pero si mi vecino pone el carrusel deportivo, entonces sí que me pongo de los nerviossss!!
ajaja ay amiga!!! cuan indentificada me he sentido, pero la verdad que por suerte, ya lo he superado, y los domingos disfruto de mis mañanas de resaca, o de bici, de playa o de ir a comer con los amigos... ahora me toca superar los odiosos !lunes al sol! ;/
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