Cuando era niña estudie en un colegio de monjas. Un colegio que tenía algo bastante particular: su ubicación.
Ese centro de "piadosas" y "castas" monjitas estaba situado en la zona más bulliciosa y pecaminosa de la isla, el Parque de Santa Catalina.
Corrían los años 70 y Gran Canaria empezaba con el boom turístico, que no sólo tuvo lugar en el sur sino que también se produjo en la capital, concretamente en la zona de la que estoy hablando y en toda la parte cercana a a la fantástica playa de Las Canteras. Así que mis primeros años escolares fueron bastante divertidos ya que el lugar era de lo más variopinto y curioso.
Las primeras discotecas se encontraban a la vuelta de la esquina, como una sala que tenía un letrero de colores que decía Fantasy y la famosa Cacatúa. Nos rodeaban edificios de apartamentos llenos de extranjeros , principalmente nórdicos. También son de esa época las maravillosa cafeterías que todavía sobreviven, la Casa Suecia y La Tetera, que en aquellos años me llamaban mucho la atención y ahora me siguen gustando. Y Ricardo el bar de perritos calientes y hamburguesas nació también en ese entonces, que era muy internacional tener bares de comida rápida.
Así que mientras las beatas monjas nos obligaban a abrocharnos el último botón de la camisa y subirnos aquellos horrorosos calcetines marrones hasta la rodilla, por la puerta de la escuela paseaban las suecas en short y camiseta y los relaciones públicas repartían tarjetas para hacer propaganda a las salas de fiesta de la zona. En alguna ocasión alguna pareja de extranjeros se llegó a acercar a mi soltándome un flamante billetito marrón de 100 pesetas. Eran otros tiempos y los niños estábamos muy poco vigilados. Nunca olvidaré el enfado de mi madre cuando le enseñé mi preciado tesoro y me dijo muy indignada si aquella gente se creía
que no teníamos para comer y nos daban limosnas, tal vez tenía razón mi madre pero mi alegría de niña , por haber conseguido un tesoro de los vikingos se esfumó como el humo.
Pero de todos los lugares extraños que encontrabas por la zona había uno que a mi me despertaba mucho más la curiosidad, se trataba de una Sala X.
Tardé muchos años en comprender que era aquello de X ya que cuando empecé el colegio era una niña pequeña de preescolar, pero acabé la E.G.B. a principios de los años 80 y en ese tiempo pude entender perfectamente lo que se cocía en ese lugar.
Ahora me pregunto el porqué de ese nombre, tal vez será como los Rayos X que los llamaron así porque no encontraron otra manera mejor para nombrarlos y se quedaron con esa consonante. Puede ser que con esto sucediera igual, de la misma forma que hay "salas recreativas" o "salas de espera" pues "salas X" y andando, todo el mundo entendía, no hubiera sido muy acertado llamarlas "salas de urgencias".
El caso es que estábamos en un país que empezaba a abrir su mente a lo bueno, a lo malo y a todo en general y recibiendo nosotros a tanta gente de fuera, algunos empresarios montaron este tipo de locales.
Yo pasaba cada día delante de aquel lugar en la guagua y mis ojos se iban sin yo quererlo a la puerta, que era grande y pesada. De vez en cuando veía salir de allí a un coreano despistado, que salía de nuestro glorioso muelle, con las flotas de Korea y había llegado hasta allí guiado por el instinto. También llegué a ver salir de la misma puerta negra y acolchada a uno que tenía pinta de ser de ciudad alta y que hacía movimientos con el cuello para mirar hacía los lados y percatarse de que nadie lo pillaba al salir. Tal vez estaba trabajando por la zona y pensó en hacer una"argolla" en aquel peculiar lugar. Y es que la pornografía es como Avon llama a todas las puertas.
Siempre intenté imaginar como sería aquello por dentro, oscuro y con una alfombra roja, no tenía dudas pero lo que no me pude imaginar es que muchísimos años después atravesaria la misma puerta que yo con mis ojos de niña veía como la puerta del infierno.
Sucedió hace tres semanas. Un tio mío que es muy divertido y que ha estado en todos los altares del mundo de la noche, sabiendo que me gusta cantar me emplazó en un Karaoke, "para que no me perdiera la noche de los boleros". Decidí pasarme por allí con una amiga y cual fue mi sorpresa al ver que el karaoke estaba ubicado en el mismo local en el que tantos años había estado la sala X.
Tengo que reconocer que bajar por aquellas escaleras me costó bastante y que mientras bajaba iba deseando de todo corazón que al menos hubieran cambiado la moqueta. El lugar me pareció "el bar de la guerra de las Galaxias", cambió de actividad el espacio pero deben tener unas energías extrañas aquellas paredes para atraer gente rara.
Cuando la velada acabó por fin supe mientras salía que aquella era mi primera y última visita.
Al llegar a mi casa me puse a pensar si en ese local una vez que queda vacío y las luces están apagadas, se podrán escuchar los gemidos que han quedado atrapados entre las paredes, al fin y al cabo tantos años de orgasmos solitarios deben quedar en algún lugar.
Pues querida amiga, aunque he disfrutado con la lectura de este texto y hasta me he reído, creo que te traiciona la memoria, pues las Salas X no se abrieron en España hasta 1983. No es que lo supiera, no. Es que no me cuadraban las fechas y busqué por internet. Hasta ese entonces, creo que lo más parecido eran las películas clasificadas "S"..
ResponderEliminarBesos
http://www.estrelladigital.es/cultura/ocaso-Cines_X-sexo-globalizacion-pornografia-prostitucion-hombres_0_1356464475.html
Pues te juro Jordi que yo pensé que aquello llevaba allí toda la vida, había tantas cosas alrededor... Se me olvidó mencionar a los exhibicionistas de la gabardina, que siempre me han hecho mucha gracia, aunque vete tú a saber si nunca vi a ninguno, pero pegaban por allí también. Tómate el error como un dato de ficción. Muchas gracias por leerme amigo, besitos
ResponderEliminarMe has hecho volver al pasado, con aquel uniforme de cuadros. Menuda memoria
ResponderEliminar¡Menuda aventura! Lo peor que hubiera pasado es que te encontraras el karaoke en el colegio de monjas,ja,ja.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo compañera.