Antonio Muñoz Molina se pasaba las noches entre novelas. Cuando todas las luces de su casa estaban apagadas la luz de su habitación permanecía "en vela" mientras él devoraba aquellas líneas que lo transportaban a otros lugares que ni remotamente tenían algo que ver con su mundo rural de la provincia de Jaén en el que la recolección de la aceituna era una parte fundamental. Su padre campesino de la zona estaba muy preocupado por la afición del chico. No veía normal esa pasión por los libros y en muchas ocasiones confesó esta desazón a un buen amigo. El compañero de faena le decía, no te preocupes hombre a lo mejor cuando el muchacho crezca se le pasa esa locura. Gracias a Dios nunca se le pasó el enamoramiento, al contrario con los años se vió multiplicado.
Cuando creció y le comunicó a su familia la intención de estudiar Historia del Arte en Madrid -es como un hombre del Renacimiento ya que adora y conoce mucho de pintura y arte así como de música moderna y clasica- su padre se alarmó muchísimo más. En aquellos años ponían en televisión una serie que transcurría en una cafetería de Madrid por la que pupulaban múltiples personajes buscavidas. Uno de esos personajes era un aspirante a escritor de nombre tan original como García. Y el bueno de García que nunca llegó a escribir ningún libro sino que se dedicó a pedir cada tarde un café, cuando entraba alegremente en el bar con unos papeles debajo del brazo, se sentaba en una mesa que daba hacia los ventanales y desde allí contemplaba como pasaba la vida.
El padre de Antonio relacionó automáticamente la marcha de su hijo a Madrid con aquel García y su vida ociosa, y con esa sorna que utilizan a veces muchos padres, ya no le llamaba Antonio , sino García.
Y nuestro García se hizo adulto y muy pronto salió el escritor que siempre llevó dentro y que a mí me maravilla. Autor de muchos libros fantásticos llenos de una prosa sensible, profunda y de delicadas descripiciones que nos presenta a los personajes desde sus emociones para que podamos conocerlos tan a fondo como los conoce él mismo que los ha creado, ha conseguido la notoriedad como escritor siendo un literato joven, si tenemos en cuenta que muchos premios se suelen dar a escritores que transitan por la tercera edad.
Antonio Muñoz Molina ha sido también director del Instituto Cervantes de Nueva York y da clases de literatura en una Universidad de la misma ciudad. Y recientemente le dieron un premio en Israel por su estupenda obra Sefarad basada en historias de judíos.
¡Muy bueno! No tenía ni idea de que estudió Historia del Arte, carrera que a mí me fascina. He leído un libro de él, ya no recuerdo su nombre y, me gustó. También ha escrito muchos artículos para la revista Muy Interesante.
ResponderEliminarUn abrazo