miércoles, 22 de abril de 2015

Abrir esa ventana llamada libro.

   ¿Te has planteado alguna vez cuando empezaste a leer libros y porqué?  Dicen que los que somos devotos de la lectura hemos llegado a esta afición porque nos la han inculcado desde pequeños, porque veíamos leer en nuestra casa a nuestra familia y por imitación hemos tomado este hábito de abrir un libro y recorrer sus páginas en busca de no se sabe qué. Creo que no es mi caso. Si que es cierto que en mi casa había libros pero creo que la pasión que siento por la literatura es algo absolutamente mío. No me acuerdo del primer libro que me leí, me parece que fue una de esas novelitas juveniles que circulaban en la época pero de lo que si me acuerdo perfectamente es de la emoción que sentí al poder conocer otras vidas que nada tenían que ver con la mía. Me parece que  la magia de la literatura  radica en eso, en explorar otras vidas, otros pensamientos, en no sentirme tan limitada con una sola vida por delante,  con una sola ciudad por la que transitar, con unos cuantos amores que experimentar, porque creo que no hay tiempo para mucho más en este corto espacio de tiempo por el que circulamos en esta única existencia que nos han concedido. Creo que me entenderás si eres de esos que en alguna ocasión has llegado a mojar las hojas de un libro con esas lágrimas que se te escaparon. Me ha pasado alguna vez, pocas veces es cierto, pero cuando ha sucedido, el contacto de las lágrimas con el papel ha hecho que de repente haya salido de mi ensimismamiento y haya tomado consciencia de que estaba leyendo. Como cuando te despiertas de un mal sueño con una angustia tremenda. En ese momento me he dicho a mí misma: -hey que es un libro, sólo una historia y no la realidad.- Pero ya es tarde porque en ese momento esa historia se me ha quedado dentro y forma parte de mí. Me he visto muchas veces hablando con amigos y mencionando a los personajes de las historias que me he leído como si hablara de algún vecino peculiar y es que cada historia nos trae un mundo de experiencias que no hemos vivido pero que nos calan sin que podamos hacer nada por evitarlo.
   De todos los momentos de la lectura hay dos que a mí especialmente me parecen actos de magia. Se trata del momento en que leemos las primeras líneas de una novela. Seguramente para un escritor serán las frases más difíciles de escoger y para nosotros  inconscientemente son  las palabras en las que queremos encontrar el" todo" de esa historia. Aunque estoy hablando de Narrativa muchas de esas frases del comienzo  tienen mucho de poesía. ¿Te acuerdas de ese famoso "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..." ? ¡Qué genial manera de comenzar una historia! , toda la poesía del mundo y todo el misterio desvelado encuentro yo en esta famosa frase del gran escritor de teatro frustrado y creador de la novela moderna Miguel de Cervantes.
  Hay un comienzo de un libro, más que unas líneas se trata de un párrafo, que siempre me ha fascinado y en la época en la que pensaba  ser profesora de literatura, asignatura que no existe actualmente en los currículos académicos, había decidido que la comentaría con mis alumnos con el fín de engancharlos a este mundo irreal de las letras. Seguro que si el acto de abrir un libro te maravilla, estarás de acuerdo conmigo en que estas líneas con las que empieza La historia interminable de Michael Ende son fabulosas y nos describen a todos nosotros ahí van,

   La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros. Quien o haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado.
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque papá o mamá haya apagado la luz con el argumente bien intencionado de que tienen que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abiertamente o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acaba y había corrido tantas aventuras, con los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecía vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo esto por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces...

   Este es un comienzo muy hermoso pero hay otras maneras de comenzar una historia que me parecen bastante curiosas como La hija del caníbal de Rosa Montero  que comienza así,
    La mayor revelación que he tenido en  mi vida comenzó con la contemplación de la puerta batiente de unos urinarios. He observado que la realidad tiende a manifestarse así, insensata, inconcebible y paradójica, de manera que a menudo de los grosero nace lo sublime; del horror, la belleza, y de lo transcendental, la idiotez más completa.
   
   Umberto Eco empieza de esta manera esa gran historia que es El nombre de la Rosa,
   Era una hermosa mañana de finales de noviembre. Durante la noche había nevado un poco, pero la fresca capa que cubría el suelo no superaba los tres dedos de espesor. A oscuras, enseguida después de laudes, habíamos oído misa en una aldea del valle. Luego, al despuntar el sol, nos habíamos puesto en camino hacia las montañas.

   Muchas líneas que nos prometen una gran historia, que son la manera que tiene el autor de hacerse publicidad como si nos dijera: -pasen y lean, no se pierdan este cuento. Adolfo Bioy Casares, ganador del premio Cervantes, autor de una historia fascinante que recomiendo leer, La invención de Morel  lo hace de esta manera tan directa,
   Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro.

   El otro acto mágíco es sin duda el final del libro. Recorremos esas líneas y nuestra reacción es la de permanecer con el abierto en las manos tal vez saboreando las palabras definitivas y que concluyen la historia. Tal vez lleven en ellas la revelación de todo un entresijo de sucesos que nos ha traído de cabeza durante toda la lectura y al igual que el comienzo, también opino que son frases poéticas que dan sentido a toda la historia y que son el final de ese círculo mágico que se abrió en la página primera.
   Hay un final de una novela que me leí en cierta ocasión, Las uvas de la Ira  de John Steinbeck, que durante muchos años ha estado girando en mi cabeza. La historia que transcurre en los años de la crisis de 1929 en EE.UU, termina cuando en un cobertizo  una mujer recién parida le da de mamar a un hombre para que este no perezca de hambre. Me pareció algo muy brutal que nunca se me ha olvidado. Una escena que el autor escogió para colocarla en ese lugar de la novela, la última página y los últimos renglones. Magistral este autor ganador del premio Nobel.

   Pero tengo otro final, es muy conocido tiene algo de bíblico y es el siguiente,
     (...)pues estaba previsto que la ciudad de los espejos sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a Cien Años de Soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

  ¿Tú también tienes un comienzo o un final favoritos? ¡ Qué nos queden muchas ventanas de éstas por abrir!. Me parece que la vida es más vida, saltando de página en página, abriendo esas ventanas de par en par. Feliz día del libro.








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