No me gusta utilizar términos anglosajones pero me define bastante bien el decir que vivo en el front row de la ancianidad. En primera línea observo cada día a un anciano caballero andante que se apoya en un bastón de mago y comparte mesa conmigo.
Lo miro con mis ojos todavía de "joven" que tiene muchas cosas que hacer, mucha prisa por acabar lo que quiera que esté haciendo, muchos sitios a donde ir, muchos deseos, muchas chispas que salen de mi persona que circula en ebullición por la vida.
Él me mira con sus ojos llenos de recuerdos, con todo su tiempo libre y su lentitud de tierno caracol que lleva toda su existencia a cuestas, la cartera llena de fotos de su ausente amor para sacarlas al sol en cualquier momento y admirar el rostro sonriente retratado antaño, que ahora lo enamora más que nunca, prueba fehaciente de que el verdadero amor se renueva eternamente .
Sus viajes se han limitado a desplazarse hasta el bar de la esquina en reuniones con los amigos que van quedando y en visitarme cada día, trayéndome noticias de ayer. De su persona la ebullición ha desaparecido y ahora destila sabiduría y parsimonia.
Si sigo observando veo tanta vulnerabilidad que de repente me he solidarizado con todos los ancianos del mundo y si como dice Serrat: "todos llevamos un viejo encima" también me solidarizo conmigo misma ya que la otra opción es la eligió Marilyn, morir joven y dejar un bonito cadáver.
La vejez no es un valor que esté en alza ahora mismo en esta sociedad, en este país con un alto índice de gente mayor.
Visito con frecuencia los hospitales cuando a mi caballero andante se le rompe la armadura y necesita que se la remienden y veo a cada familia con su anciano al pie de las camillas.
Vivimos un mundo loco que prolonga las vidas que ya no tienen aliento. Deberíamos vivir hasta que pudiésemos ser capaces de respirar profundamente y transcurrir por los días sin dejar de ser autónomos y pudiendo mantener nuestra identidad, lo demás es un bis que ya no hace gracia. Vivir sin sentir cuando ya se han ido las pasiones, los recuerdos y hasta casi el latido.
Yo soy ahora como esas civilizaciones orientales que veneran a sus mayores por esa paz que dan y por esa sabiduría que tienen. La gente de nuestra generación y de las generaciones anteriores están subidas en la noria de la vida en donde hay poco tiempo para la reflexión y para el sosiego porque se está en la lucha por la supervivencia, el éxito o cualquier loco afán en el que los seres humanos nos empleamos.
Yo me agarro a mi caballero y a su bastón mágico para seguir con él paseando por la vida. Espero que su aventura dure hasta que circule el verdadero aliento por sus venas sin dejar nunca de ser él, sin perder jamás su esencia. Sigo aprendiendo y riéndome a su vera, en eso las cosas no han cambiado tanto de cuando era una niña y teniéndolo cerca parece que la lucha contra los molinos no se hace tan dura.

Brillante, como siempre Bea.
ResponderEliminarHermoso amiga, siempre vale la pena reencontrarse con tus relatos que alimentan el espiritu.
ResponderEliminarBesos...