domingo, 19 de abril de 2015

Mi caballero andante.


    No me gusta utilizar términos anglosajones pero me define bastante bien el decir que vivo en el front row  de la ancianidad. En primera línea observo cada día a un anciano caballero andante  que se apoya en un bastón de mago y comparte mesa conmigo.
   Lo miro con mis ojos todavía de "joven" que tiene muchas cosas que hacer, mucha prisa por acabar lo que quiera que esté haciendo, muchos sitios a donde ir, muchos deseos, muchas chispas que salen de mi persona que circula en ebullición por la vida.
   Él me mira con sus ojos llenos de recuerdos, con todo su tiempo libre y su lentitud de tierno caracol que lleva toda su existencia a cuestas, la cartera llena de fotos de su ausente amor para sacarlas al sol en cualquier momento y admirar el rostro sonriente retratado antaño, que ahora lo enamora más que nunca, prueba fehaciente de que el verdadero amor se renueva eternamente .
   Sus viajes se han limitado a desplazarse hasta el bar de la esquina en reuniones con los amigos que van quedando y en visitarme  cada día, trayéndome noticias de ayer. De su persona la ebullición ha desaparecido y ahora destila sabiduría y parsimonia.
   Si sigo observando veo tanta vulnerabilidad que de repente me he solidarizado con todos los ancianos del mundo y si como dice Serrat: "todos llevamos un viejo encima" también me solidarizo conmigo misma ya que la otra opción es la eligió Marilyn, morir joven y dejar un bonito cadáver.
   La vejez no es un valor que esté en alza ahora mismo en esta sociedad, en este país con un alto índice de gente mayor.
   Visito con frecuencia los hospitales cuando a mi caballero andante se le rompe la armadura y necesita que se la remienden y veo a cada familia con su anciano al pie de las camillas.
    Vivimos un mundo loco que prolonga las vidas que ya no tienen aliento. Deberíamos vivir hasta que pudiésemos ser capaces de respirar profundamente y transcurrir por los días sin dejar de ser autónomos y pudiendo mantener nuestra identidad, lo demás es un bis que ya no hace gracia. Vivir sin sentir cuando ya se han ido las pasiones, los recuerdos y hasta casi el latido.
   Yo soy ahora como esas civilizaciones orientales que veneran a sus mayores por esa paz que dan y por esa sabiduría que tienen. La gente de nuestra generación y de las generaciones anteriores están subidas en la noria de la vida en donde hay poco tiempo para la reflexión y para el sosiego porque se está en la lucha por la supervivencia, el éxito o cualquier loco afán en el que los seres  humanos nos empleamos.
   Yo me agarro a mi caballero y a su bastón mágico para seguir con él paseando por la vida. Espero que su aventura dure hasta que circule el verdadero aliento por sus venas sin dejar nunca  de ser él, sin perder jamás su esencia. Sigo aprendiendo y riéndome a su vera, en eso las cosas no han cambiado tanto de cuando era una niña y teniéndolo cerca parece que la lucha contra los molinos no se hace tan dura.



lunes, 13 de abril de 2015

Asi empieza lo malo. Javier Marías.








  En la literatura circula la vida y de una forma particular en los libros de Javier Marías  además de una certera reflexión sobre ella. Tal vez en sus novelas haya una  especial visión sobre todo, la suya, pero es una panorámica que me convence. Me gusta su punto de vista sobre muchas cosas que a veces coincide con el mío y que otras tantas me enseña o me da a pensar acerca de algo sobre lo  que no había reflexionado.
   Nacido en Madrid en 1951 su obra ha sido traducida a más de 40 lenguas y publicada en 50 países.
Es curioso como varios de sus libros tienen títulos que pertenecen a la obra de Shakespeare. Es el caso de Mañana en la batalla piensa en mí, Corazón tan blanco y ahora del libro que me ocupa Así empieza lo malo. "Así empieza lo malo y lo peor queda atrás" -decía Shakespeare en una de sus obras.
   Así empieza lo malo es una historia en la que dos personajes  Muriel y Beatriz viven una serie de acontecimientos   que están condicionados por todo lo que sucedió en el pasado. Como la vida misma, todo lo que vivimos en la actualidad en nuestras vidas es como es por cada uno de los movimientos que hemos hecho desde que empezamos a actuar en este gran escenario.
   Aparece un tema recurrente en Marías "los secretos". Esas grandes o pequeñas cosas que no contamos, que no nos cuentan y que van a tener tanta importancia en las decisiones que vamos a tomar o en las decisiones que tomarán los demás, cuando ocultamos la verdad o parte de ella, o cuando hacemos una traducción de esta, como si la persona con la que nos comunicamos hablara en otro idioma y tuviéramos la necesidad de traducirle los hechos y así es, los traducimos pero no a otro idioma,  los traducimos a nuestro propio pensamiento, que no es el mismo que el del otro.
   Ahora me leo esta historia y pienso en todas esas cosas que no dije en su momento o que no me dijeron. Esos silencios que van a ser los culpables de que las cosas hayan transcurrido de una manera determinada.
    Lo que no se cuenta influye y lo que se cuenta también  porque el ser humano tiene una mala costumbre, ademas de la de callarnos o mentir, también tenemos un vicio,  el vicio de contar. Esa  necesidad que tiene hasta el mudo impedido para emitir sonidos con sus marchitas cuerdas vocales  y que aprende a hablar con sus manos, con esos movimientos que parecen las alas de una mariposa al viento. El introvertido, el tímido, el celoso de su intimidad, el reservado, el asesino, el mentiroso, el traidor, el cura que oye la confesión, el médico que conoce el diagnóstico, el maestro que escucha al padre que derrama su secreto en el aula ya vacía de alumnos, todos cuentan, todos revelan sus miedos, sus esperanzas, sus sueños y los secretos propios y ajenos y cada historia se tergiversa, no  es la historia vivida, es la historia contada, ya ordenada, ya un poco lejana del caos de la realidad.
   Y hay muchos temas dentro de la novela de Marías, sus personajes tal vez son una excusa para llevarnos por tantas cuestiones  que se quedarán dando vueltas dentro de  nuestra cabeza una vez que hayamos leído la última página.
   El amor apasionado que el protagonista clasifica como de extraño, por lo difícil que es que se dé, incluso de incómodo, por tener que sufrirlo:
   ¿Por qué habría de querernos el que señalamos nosotros con el tembloroso dedo? (...) ¿A qué tanta casualidad? y cuando se da, ¿a qué tanta duración?  ¿Por qué ha de perseverar algo tan frágil y tan prendido con alfileres, la más rara conjunción? (...) El extraño gusto por la repetición, volver al mismo cuerpo y regresar y volver...
   La juventud como esa época en la que todavía el ser humano no está formado, no está "hecho" como le dirá Muriel al joven que hace las veces de narrador de la historia, el joven De Vere:
   Aún no estás hecho del todo. (...) Probablemente nadie esté nunca hecho del todo, y todavía menos los jóvenes, y es normal que los mayores los veamos así, inacabados o como una novela a  medio escribir o leer, en la que puede suceder cualquier cosa o no tanto- pero demasiadas-.
   Como vemos a los demás en nuestras relaciones:
   El otro nunca está claro, es siempre oscuro, hasta nuestra mujer y nuestros hijos nos resultan opacos, y en efecto uno nunca se mete en los pensamientos de nadie y a veces los otros, ni siquiera están pensando, solo reaccionan, sólo actúan o responden a estímulos, pasando por el cerebro por alto o no haciéndole caso o sorteándolo, no dándole tiempo a expresarse, ni a formularse...
   La novela está ambientado en el Madrid de los años 80, recién instalada  la democracia, recién instalada la "supuesta libertad" que se respiraba después de tantos años oscuros:
   Fue un período en el que en Madrid casi nadie dormía porque tras las noches de farra, y salvo los estudiantes y los artistas y los vagos profesionales, no había noctámbulo que, no se encontrara a la mañana siguiente en su puesto de trabajo. (...) Nadie era capaz de sustraerse a la ebullición nocturna de aquellos años, anómalos, festivos pese a las zozobras políticas, las incertidumbres de toda índole, si tenía algo de dinero y aunque fuera muy desdichado. Por entonces no eran raros los atascos  de tráfico, en medio de la madrugada de un miércoles, de un lunes y hasta  de un triste martes.
   El tema de la maldad está continuamente presente en el libro, lo malo que empieza siempre en cualquier momento de la vida:
   Hay que contar con que todos hemos hecho algo malo en alguna oportunidad. Tú también, o si no: dispones de todo el tiempo del mundo, demasiados años por delante.
   El eco de los años oscuros del dictador planea sobre las páginas de la novela de Javier Marías. Hechos horrendos que salen a la luz cuarenta años después, cuando muchos limpiaron sus manos, cambiaron su semblante y su culpa y se vistieron de demócratas alegremente;
   Hace cuarenta años no había medias tintas entonces. Pero estamos en 1980, y han pasado esos cuarenta años para mezclarlo todo más de lo que imaginamos.

   A muchos se les pagaba en especie (...)-¿En especie? ¿Qué especie, si esas familias tenían poco o nada?  -Tenían pasado. Tenían secretos y tenían mujeres.

   Podría escribir muchísimas citas más de este libro que no es ni el mejor ni el peor de este escritor, pero que  es una vez más una novela que me interesa y me lleva a reflexionar sobre muchas cosas.
Me fascinan los finales en la literatura. Ese mensaje que busca el escritor para apartarse definitivamente de la historia, cerrarla y dejarnos a nosotros con esa certeza o con una incertidumbre tremenda. Ahí van las líneas con las que acaban esta novela:

   Hice bien en esperar a quererla, a que me señalara con su tembloroso dedo y yo estuviera en condiciones de verla, y he hecho bien en quererla todos estos años atrás, seguramente no he hecho nada mejor en mi vida.

   No será lo mejor que hagas en tu vida pero no te pierdas a Javier Marías en Así empieza lo malo, vivir otras vidas es un placer que nos da la literatura, la suya con una visión tan profunda de la vida mucho más.

 

lunes, 30 de marzo de 2015

¡TAXI !











    Iba absorta mirando a través de la ventanilla del taxi, eran las siete de la mañana y
 la ciudad se iba despertando poco a poco, en la radio sonaba una de esas canciones imposibles a la que no se la puede ubicar en una época determinada, era una canción antigua y melancólica y en aquel momento era la banda sonora de mi vida. Aquella vida mia extraña y complicada que parecía haberse  detenido en aquel taxi y en aquella hora, las siete de la mañana, una hora para no estar despierto, para estar a salvo y abrigado en una cama que no esté vacía y cubierta de mullidos edredones Pero yo iba en un taxi y a esa hora  tal vez estuvieran pasando cosas buenas  como una hornada de croasanes calientes y deliciosos que salían de un ardiente horno o el inminente encuentro de dos amantes que impacientes se disponían a darse un abrazo infinito tras de la puerta. Eran las siete de la mañana y también era probable que todo lo malo de la vida estuviera a punto de suceder. Alguien que se disponía a ingresar en prisión o un suicida que barajaba la posibilidad de llegar al final del camino con lo  imprevisibles que son los suicidas normalmente.
   Pero en aquel taxi se estaba bien era como estar en tierra de nadie. Las calles se iban sucediendo ante mis ojos con esa luz mortecina que empieza a aparecer con los primeros rayos de sol que se hacen notar en el frío y festivo mes de Febrero. Mi pensamiento volaba a la misma velocidad que se movía ese vehículo blanco con un cartel de libre en el parabrisas. Libre, libre, libre, así me sentía a las siete de la mañana en aquel taxi, deseando no llegar a mi destino porque  todo lo veía claro desde ese lugar inexistente en  ese estado de gracia y en  ese momento tan preciso,
    El coche se paró, a duras penas le pague al taxista tal vez haciendo tiempo para no salir rápidamente, para seguir escuchando la banda sonora de mi vida que ahora se había convertido en una melodía maravillosa que no quería dejar de escuchar, para intentar seguir pensando con tanta clarividencia, para seguir sintiéndome tan libre a las siete  de una mañana fría de Febrero.
   Y me vi ante mi puerta introduciendo la llave en la cerradura y miré hacia el taxi que desaparecía en la esquina. Y volvió mi vida extraña  a instalarse de nuevo en  mis pensamientos.

martes, 17 de febrero de 2015

El hombre enfadado del sillón y el fin de 900 días de amor.

   Supe que tenía que desertar de aquella vida un viernes por la tarde. No fue un día especial en el que ocurrieran grandes acontecimientos o en el que dieran en la tele algo excepcional, como uno de esos interminables partidos de fútbol  de un mundial, o las noticias contándonos los pormenores de una catástrofe aérea en Oriente, no, como cada viernes el plan era no tener plan, sentarme allí al lado de aquel hombre enfadado, nunca  supe el  porqué de su enfado, mientras escuchaba los sonidos que venían de la calle.
  Eran sonidos de viernes se notaba, yo observaba el televisor junto a aquel señor silencioso y circunspecto pero mis oídos y mi cabeza se concentraban en la algarabía que venía de fuera. Allí sentada, circunspecta yo también por mimetismo, me quería imaginar las caras de la gente que en la calle había salido de sus casas para ir a lugares alegres y ruidosos, a sitios donde se bailaba y se hablaba y se bebía como un viernes más, como cada viernes mientras yo parecía convertirme en hierro que quedaba atrapado por el  gran imán que suponía aquel sillón ,  aquel hombre serio y aquel televisor  al  que yo no le prestaba atención.
   Viendo aquella imagen nadie hubiera sospechado que una vez, entre aquel hombre callado y yo había habido novecientos días de amor. Justamente novecientos días que es lo que dicen los expertos que dura una pasión. Una pasión en la que hubo juramentos de "te quieros para siempre",en donde todos los besos y caricias del mundo eran pocos e inagotables y en donde no había televisión  ni apabullantes silencios.
   Desde aquel sillón, aquel viernes empecé a vislumbrar otra vida lejos del señor enfadado, mi compañero de asiento. Debo reconocer que parecía difícil escapar de aquel lugar y de esa ausencia de palabras que me había hecho enmudecer a mí también, todo se asemejaba a esa situación en la que por la noche tienes una tremenda pesadilla en la que quieres gritar y no puedes hacerlo, así me sentía yo atada a una mudez, atada a un enfado, atada a un sillón... pero ahora desde la lejanía de aquel lugar y de aquella vida, he podido entender que no hay ataduras eternas, por muy difícil que parezca escapar de ese tipo de prisión. Cada uno de nosotros lleva unas alas interiores que nos hacen buscar la libertad, por muy complicada que se nos ponga la situación, por muy atrapados que podamos estar y sentirnos,
   Y a partir de aquel viernes, en el que las risas de la gente en la calle llegaban a mis oídos de una manera más nítida y fuerte, en el que el hombre enfadado empezó a convertirse para mí en un espectro que se sentaba a mi lado y que representaba las cenizas de un amor que duró novecientos días, ese viernes en el que miraba a un televisor pero ya no lo veía, a partir de ese momento comenzó mi huída hacia otra vida.
   Y ahora si alguna vez paso cerca de un sillón y hay una tele encendida, entre nosotros, no me siento nunca por si acaso llega algún otro señor enfadado y se me sienta al lado.
 

domingo, 11 de enero de 2015

DESDE UN TAXI




    María he decidido abandonarte. No creas que ha sido fácil tomar esta decisión pero en todo esto han pesado  mis deseos de libertad y sobre todo la certeza de que a tu lado nunca seré feliz.
   Sí, ya sé que teníamos una vida en común estupenda, que entre nosotros no existían los gritos ni las peleas, ni siquiera el aburrimiento. Hemos compartido muchos momentos y todas esas vivencias me han hecho comprender que pese a que eres alguien  lleno de estupendas cualidades hay algo en mi interior que me ha venido diciendo en los últimos tiempos que tú no eras la persona que yo soñaba. Tal vez es que yo seré siempre el "buscador del amor", un amor que quizá solo exista en mi cabeza y nunca en la realidad. Un amor que no pueda personificar jamás porque podría suceder que no halle nunca a esa persona que me haga sentirme libre, libre para poder atarme a la idea de vivir permanentemente sin deseos de partir jamás hacia ningún otro lugar.
   Sé que no busco un motivo, sino un sentimiento, no quiero razones, quiero sentir sin más. Puede que contigo todo fueran motivos y razones.  
   Me odiarás por mi cobardía, por haberte hecho saber mis intenciones a través de un mensaje pero es que  no he sido capaz de enfrentarme a tu mirada profunda, inteligente y absurdamente escrutadora.
   María te estoy escribiendo este mensaje desde un TAXI y fue también desde un TAXI desde donde te vi en una ocasión  cuando caminabas por la acera ajena a mi mirada, absorta en tus pensamientos y al observarte a través del cristal, desde mi asiento viéndote sin que tú pudieras verme, tan lejana ya de mí como si fueras una extraña, alguien ajeno a mí y a mi vida, entonces pensé  María que debía tomar la decisión. 
   El taxista está impaciente por saber nuestro destino, lléveme al aeropuerto, digo con la más absoluta de las convicciones.


   ¡TAXI, lléveme rápido al aeropuerto! Tengo que llegar antes de que coja el avión. Pero ¿a dónde se irá? Cuando el TAXI me deje en la puerta iré a donde está el control de la Guardia Civil y allí lo encontraré, todo el mundo tiene que pasar por ahí. Esto no me puede estar pasando a mí, llevamos catorce años juntos, catorce años sin una discusión, sin un problema, sin una palabra más alta que otra... y no sé ahora que es lo que pasa. Nunca noté que fuera infeliz, que estuviera pensando en abandonarme. TAXI, ¿ no puede ir más rápido?  Me parece mentira estar ahora aquí, persiguiéndolo, yendo tras de él, Puede ser que nunca me trajera flores, pero siempre traía ganas o al menos eso creía yo. Que desagradecido es el amor, es un juego en el que siempre sale alguien perdiendo y creo que esta vez me ha tocado a mí. En realidad no sé que es lo que hago yendo en su busca. ¿Qué voy a conseguir? Un puñado de excusas, unas cuantas palabras balbuceantes que además ha sido incapaz de decirme a la cara. Si, creo que esta partida está perdida, pero todos los seres humanos necesitamos que nos anuncien la muerte y la muerte llega sin avisar, un día sin más. Es como ese condenado a morir en Japón, que espera en el corredor de la muerte y cualquier día lo llevan a la horca, así sin avisarlo. Se pasa años enteros sabiendo que va a morir, pero sólo el día elegido por los supremos conoce que ese es el día del fín. Hoy es el día del fin de mi amor. TAXI damos la vuelta, lléveme al principio de una nueva vida, sin él.


  

martes, 23 de diciembre de 2014

Un paseo por la puntilla en la playa de Las Canteras.



 La historia  de la playa de Las Canteras comenzó en la puntilla y conociendo estos lugares podemos saber como se formó nuestra ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, desde esta zona tan particular que forman el istmo y La Isleta.
   La realidad es que a finales del siglo XIX los canarios vivían de espaldas a la playa. Esa zona maravillosa, parque natural del que disfrutamos los habitantes de Gran Canaria no existía como tal porque el concepto de vida al aire libre cerca del mar era algo que aparecería más tarde. Fueron los ingleses y otras personas que provenían de fuera los que nos trajeron  esas costumbres de broncearnos al sol, de prácticar deportes acuáticos y de vivir la vida disfrutando de un paisaje único que nos acompaña a todos los habitantes de esta maravillosa ciudad. Pero antes de que esto sucediera el grancanario acudía a la playa a buscar su sustento, la pesca, que en aquellos años era muy abundante en la zona. Aún ahora podemos ver las barquitas en la arena resto de lo que fue antaño una zona de pescadores. También  prueba de esta actividad fue la existencia en el lugar de una fábrica de conservas , la Factoría de los Escobios, situada en donde se encuentra actualmente el restaurante La Marinera.
   A principios del siglo XX con el nacimiento del Real Club Victoria como club que fomentaba los deportes, la construción de la Caseta o Casetilla de Galán, una casa de madera que estaba situada en la arena y que era como una especie de balneario y lugar para comer, que le debe su nombre al gaditano que tuvo la idea de ponerla en aquella zona, cerca de la actual calle Tenerife y la existencia del Sensat, barco que se ubicó entre la barra y la orilla, anclado en aquellas otras aguas más profundas que las que nos bañan ahora debido a la menor cantidad de arena existente en aquellos momentos en los fondos y que servía como lugar de recreo y restaurante para gente de poder adquisitivo de la época, nuestra playa empieza a formar su carácter social, lúdico y de disfrute que conocemos ahora. La vida de los canarios estaba cambiando y la zona se va poblando de una gente joven que veia muchas posibilidades en este enclave tan particular, un istmo que está bañado por dos orillas y al que llega una población nueva, con nuevas ideas y que mira a su alrededor de otra manera viendo oportunidades en donde antes sólo se veía la búsqueda del sustento.
   Y va transcurriendo el tiempo y se van ubicando en la zona personas y construcciones que nos indican que las necesidades sociales van apareciendo debido a que la población va aumentando.
   Encontramos así la escuela de doña Librada, mujer que hace una gran labor de alfabetización en la Puntilla. Cerca de su escuela está el Teatro de los Hermanos Millares, teatro- cine en el que se desarrolla una actividad cultural que demandaban los habitantes del lugar. En aquel escenario actuaban incipientes artistas grancanarios que entretenían las tardes a los isleteros.
   El asilo-hospital escuela de San José también hace su aparición en aquellos años porque su constructor cree necesaria la existencia de un lugar para que las personas necesitadas tengan un sitio para ser atendidas e instruídas,
   Así que por un lado tenemos una población que ve posibilidades, los que hacen de la playa el sitio de recreo que es hoy en día y por otro lado, la población que empieza a buscar trabajo en ese nuevo concepto que está naciendo de la vida, la idea de disfrutar de aquel enclave único y así evoluciona el sector servicios que es hoy la principal fuente de riqueza de la Playa.
   Llegaron los años 60 en los que apareció el turismo, nuestra arena se llenó de hamacas necesarias para que los extranjeros se tuesten al sol, desaparece  la factoria y el teatro y en su lugar se ubican hoteles como el Imperial Playa  y apartamentos que van a ser ocupados por gentes del norte de Europa .
   Y sé que por los años 60 había una joven que recorría aquellos lares paseando con sus amigas cada tarde, que iba al teatro Hermanos Millares a ver alguna actuación, saludaba a la maestra doña Librada y soñaba con ser feliz. En los días de sol entraba en el mar y creo que ese lugar, esa playa mágica  le pintó una sonrisa para siempre en su rostro. Y yo, astilla de ese palo, salgo cada noche andando por esas mismas baldosas que ella pisó, tal vez con su mismo sueño, con su mismo rostro y con el mismo amor por la playa, un amor heredado y eterno además. Y es todo un ritual llegar hasta el final y asomarme en ese lugar en el que antaño se ubicaba la fábrica de conservas, y ver toda esa maravilla de paisaje que no deja de enamorarme cada día. La barra de materiales volcánicos y corales que es la mejor muralla natural que haya existido, las luces de la ciudad ya casi recogida... y uno respirando profundamente sin cansarse nunca de ver cada noche la misma fotografía en la que yo estoy también retratada. Y si yo algún día me fuera a vivir a otro lugar solo tendría que asomarme a alguna ventana abierta, cerrar fuertemente los ojos y entonces ya estaría en mi playa de nuevo, solo porque hay paisajes que se llevan escritos en el ADN y en el alma  y La playa de Las Canteras está grabada dentro de mí como se graba algo querido. pues para siempre.

domingo, 21 de diciembre de 2014

UNA DECLARACIÓN DE BUENOS DESEOS PARA LA NAVIDAD.

   Una cantinela suena por los hilos musicales de los supermercados. Es la banda sonora de esta época. "El camino que lleva a Belén. Baja hasta el valle que la nieve cubrió..." dice la letra de la canción y uno va con el carro de la compra esquivando polvorones, mazapanes y bombones que de repente han invadido las estanterías y que con sus brillantes y coloridos envoltorios sugieren una falsa felicidad efímera.
   Y qué hacer cuando lo que realmente quieres es esquivar la mismísima fiesta de Navidad, cuando anhelas que esos días que todo el mundo clasifica de especiales, fueran un lunes o un martes normales, sin cena copiosa y elaborada, sin esa alegría ficticia que de repente se ha instalado alrededor convirtiéndose en una obligación.
   Yo me revelo contra la algarabía impuesta, contra la cena con los huecos tan dolorosos en la mesa, contra los momentáneos y falsos buenos deseos en el mundo de tanta gente que tal vez el resto del año ni se plantea ese binomio de PAZ/AMOR que sería tan importante que estuviera en nuestros corazones. Y doy fe que se puede hacer, que uno puede hacer un paréntesis, vivir este tiempo con los ojos y los oídos cerrados a luces y sonidos navideños. Cerrarse a cal y canto a la fiesta y la tradición, a la parafernalia, a la grotesca cena de empresa, a la falsa palmadita en la espalda y a la curiosa felicitación efusiva del vecino que a duras penas te da el buenos días cada mañana. Y el hueco, que no está verdaderamente en la mesa, que está en tu corazón, se agranda tanto estos días que uno teme sucumbir entre villancicos, comilonas y regalos que nos vacían la cartera.
   Tal vez cerrando los ojos a estas luces cegadoras uno encuentre otro sentido a este tiempo, otra manera más sincera de vivir estos momentos. Me quedo con la gente voluntaria que he visto en estos días en el supermercado del  banco de alimentos, con la ilusión de los niños que siempre están a mi alrededor y sobre todo con la amistad y el cariño sincero de la gente que me quiere y quiero, todo lo demás me sobra.
  Hubo muchas navidades gloriosas en mi vida, en las que había sobre todo mucho amor, que es el verdadero oro, incienso o mirra, esos tres preciados regalos que tres famosos y soñadores reyes ofrecieron a otro recién nacido rey, que casualmente nacía pobre. Si, soñadores porque solo los ilusos son capaces de perseguir estrellas.
   A mi vida volverán a venir otras expléndidas navidades y de los huecos de ahora surgirán nuevas emociones y sentimientos de gratitud por haber compartido la vida con personas tan maravillosas como mi madre, que precisamente vivía esta época como un momento único y mágico, con su gran árbol, su deliciosa cena y su amor infinito. Sí, hay otras épocas que están ahí y que me llenarán las manos de apretones sinceros. Pero a lo que  no me cierro en este tiempo, en estos días es a tener buenos deseos.
   Deseo para toda la gente que quiero mucha salud y poder seguir teniendo la suerte de compartir con todos ellos muchos momentos de palabras, risas y cariño.
   Como un deseo particular me encantaría poder seguir contando historias aquí o por otras vías, seguir teniendo siempre este vicio de contar y encontrar siempre a alguien que me quiera leer y conectarnos con ese maravilloso hilo invisible que forman las palabras escritas, que unen a la que humildemente escribe con el que generosamente lee.