domingo, 14 de junio de 2015

La mala hierba es hermosa

   Es cierto que en cualquier apesadumbrado momento o lúgubre lugar, uno puede tropezarse con la belleza. Pero no esa belleza clásica que los griegos adoraban y reproducían fielmente en perfectas esculturas, sino esa preciosa realidad por la cual a veces sentimos pasión por la vida, aunque esta se muestre en ocasiones como un lugar desapacible.
   Y ha sido en uno de esos instantes en los que por casualidad puede comprobar que la mala hierba es hermosa.
   Esa desafortunada planta que nace junto a la querida semilla que es cuidada y regada cada día con cariño, se viste con sus mejores galas y nos cautiva, nos seduce y nos confunde. Y tememos arrancarla y dejamos que continúe con  su extraña existencia... y todo esto me ha hecho pensar en la vida, en lo duro que es a veces sobrellevar determinadas situaciones, emprender nuevos caminos porque aquellos por los que transitábamos se nos cerraron. Y como cuando la tristeza nos acecha con tesón, brota de nuestro corazón una curiosidad insaciable y uno ante la curiosidad tiene que abrir los ojos y si ésta se presenta en el mismo instante en el que se siente una lástima, nuestras lágrimas quedan petrificadas para ser lloradas en otro triste momento porque apura la vida y el color y el conocimiento. Entonces vivimos, aprendemos y sobre todo danzamos, no queda otra porque esa es la ley.
   Y ¿quién no quiere llegar a la ciudad más lejana o seguir soñando con ese buen amor? ¿Quién no desea descubrir fantásticas historias cinceladas en gloriosas páginas de grandes libros, o admirar preciosas paisajes cotidianos que nos hacen respirar profundamente con su belleza?
   La vida a pesar de todo es maravillosa aunque los cielos se vuelvan oscuros y de cobalto como la mala hierba que es hermosa, y comprender ésto es todo un descubrimiento.

miércoles, 22 de abril de 2015

Abrir esa ventana llamada libro.

   ¿Te has planteado alguna vez cuando empezaste a leer libros y porqué?  Dicen que los que somos devotos de la lectura hemos llegado a esta afición porque nos la han inculcado desde pequeños, porque veíamos leer en nuestra casa a nuestra familia y por imitación hemos tomado este hábito de abrir un libro y recorrer sus páginas en busca de no se sabe qué. Creo que no es mi caso. Si que es cierto que en mi casa había libros pero creo que la pasión que siento por la literatura es algo absolutamente mío. No me acuerdo del primer libro que me leí, me parece que fue una de esas novelitas juveniles que circulaban en la época pero de lo que si me acuerdo perfectamente es de la emoción que sentí al poder conocer otras vidas que nada tenían que ver con la mía. Me parece que  la magia de la literatura  radica en eso, en explorar otras vidas, otros pensamientos, en no sentirme tan limitada con una sola vida por delante,  con una sola ciudad por la que transitar, con unos cuantos amores que experimentar, porque creo que no hay tiempo para mucho más en este corto espacio de tiempo por el que circulamos en esta única existencia que nos han concedido. Creo que me entenderás si eres de esos que en alguna ocasión has llegado a mojar las hojas de un libro con esas lágrimas que se te escaparon. Me ha pasado alguna vez, pocas veces es cierto, pero cuando ha sucedido, el contacto de las lágrimas con el papel ha hecho que de repente haya salido de mi ensimismamiento y haya tomado consciencia de que estaba leyendo. Como cuando te despiertas de un mal sueño con una angustia tremenda. En ese momento me he dicho a mí misma: -hey que es un libro, sólo una historia y no la realidad.- Pero ya es tarde porque en ese momento esa historia se me ha quedado dentro y forma parte de mí. Me he visto muchas veces hablando con amigos y mencionando a los personajes de las historias que me he leído como si hablara de algún vecino peculiar y es que cada historia nos trae un mundo de experiencias que no hemos vivido pero que nos calan sin que podamos hacer nada por evitarlo.
   De todos los momentos de la lectura hay dos que a mí especialmente me parecen actos de magia. Se trata del momento en que leemos las primeras líneas de una novela. Seguramente para un escritor serán las frases más difíciles de escoger y para nosotros  inconscientemente son  las palabras en las que queremos encontrar el" todo" de esa historia. Aunque estoy hablando de Narrativa muchas de esas frases del comienzo  tienen mucho de poesía. ¿Te acuerdas de ese famoso "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..." ? ¡Qué genial manera de comenzar una historia! , toda la poesía del mundo y todo el misterio desvelado encuentro yo en esta famosa frase del gran escritor de teatro frustrado y creador de la novela moderna Miguel de Cervantes.
  Hay un comienzo de un libro, más que unas líneas se trata de un párrafo, que siempre me ha fascinado y en la época en la que pensaba  ser profesora de literatura, asignatura que no existe actualmente en los currículos académicos, había decidido que la comentaría con mis alumnos con el fín de engancharlos a este mundo irreal de las letras. Seguro que si el acto de abrir un libro te maravilla, estarás de acuerdo conmigo en que estas líneas con las que empieza La historia interminable de Michael Ende son fabulosas y nos describen a todos nosotros ahí van,

   La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros. Quien o haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado.
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque papá o mamá haya apagado la luz con el argumente bien intencionado de que tienen que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abiertamente o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acaba y había corrido tantas aventuras, con los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecía vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo esto por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces...

   Este es un comienzo muy hermoso pero hay otras maneras de comenzar una historia que me parecen bastante curiosas como La hija del caníbal de Rosa Montero  que comienza así,
    La mayor revelación que he tenido en  mi vida comenzó con la contemplación de la puerta batiente de unos urinarios. He observado que la realidad tiende a manifestarse así, insensata, inconcebible y paradójica, de manera que a menudo de los grosero nace lo sublime; del horror, la belleza, y de lo transcendental, la idiotez más completa.
   
   Umberto Eco empieza de esta manera esa gran historia que es El nombre de la Rosa,
   Era una hermosa mañana de finales de noviembre. Durante la noche había nevado un poco, pero la fresca capa que cubría el suelo no superaba los tres dedos de espesor. A oscuras, enseguida después de laudes, habíamos oído misa en una aldea del valle. Luego, al despuntar el sol, nos habíamos puesto en camino hacia las montañas.

   Muchas líneas que nos prometen una gran historia, que son la manera que tiene el autor de hacerse publicidad como si nos dijera: -pasen y lean, no se pierdan este cuento. Adolfo Bioy Casares, ganador del premio Cervantes, autor de una historia fascinante que recomiendo leer, La invención de Morel  lo hace de esta manera tan directa,
   Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro.

   El otro acto mágíco es sin duda el final del libro. Recorremos esas líneas y nuestra reacción es la de permanecer con el abierto en las manos tal vez saboreando las palabras definitivas y que concluyen la historia. Tal vez lleven en ellas la revelación de todo un entresijo de sucesos que nos ha traído de cabeza durante toda la lectura y al igual que el comienzo, también opino que son frases poéticas que dan sentido a toda la historia y que son el final de ese círculo mágico que se abrió en la página primera.
   Hay un final de una novela que me leí en cierta ocasión, Las uvas de la Ira  de John Steinbeck, que durante muchos años ha estado girando en mi cabeza. La historia que transcurre en los años de la crisis de 1929 en EE.UU, termina cuando en un cobertizo  una mujer recién parida le da de mamar a un hombre para que este no perezca de hambre. Me pareció algo muy brutal que nunca se me ha olvidado. Una escena que el autor escogió para colocarla en ese lugar de la novela, la última página y los últimos renglones. Magistral este autor ganador del premio Nobel.

   Pero tengo otro final, es muy conocido tiene algo de bíblico y es el siguiente,
     (...)pues estaba previsto que la ciudad de los espejos sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a Cien Años de Soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

  ¿Tú también tienes un comienzo o un final favoritos? ¡ Qué nos queden muchas ventanas de éstas por abrir!. Me parece que la vida es más vida, saltando de página en página, abriendo esas ventanas de par en par. Feliz día del libro.








domingo, 19 de abril de 2015

Mi caballero andante.


    No me gusta utilizar términos anglosajones pero me define bastante bien el decir que vivo en el front row  de la ancianidad. En primera línea observo cada día a un anciano caballero andante  que se apoya en un bastón de mago y comparte mesa conmigo.
   Lo miro con mis ojos todavía de "joven" que tiene muchas cosas que hacer, mucha prisa por acabar lo que quiera que esté haciendo, muchos sitios a donde ir, muchos deseos, muchas chispas que salen de mi persona que circula en ebullición por la vida.
   Él me mira con sus ojos llenos de recuerdos, con todo su tiempo libre y su lentitud de tierno caracol que lleva toda su existencia a cuestas, la cartera llena de fotos de su ausente amor para sacarlas al sol en cualquier momento y admirar el rostro sonriente retratado antaño, que ahora lo enamora más que nunca, prueba fehaciente de que el verdadero amor se renueva eternamente .
   Sus viajes se han limitado a desplazarse hasta el bar de la esquina en reuniones con los amigos que van quedando y en visitarme  cada día, trayéndome noticias de ayer. De su persona la ebullición ha desaparecido y ahora destila sabiduría y parsimonia.
   Si sigo observando veo tanta vulnerabilidad que de repente me he solidarizado con todos los ancianos del mundo y si como dice Serrat: "todos llevamos un viejo encima" también me solidarizo conmigo misma ya que la otra opción es la eligió Marilyn, morir joven y dejar un bonito cadáver.
   La vejez no es un valor que esté en alza ahora mismo en esta sociedad, en este país con un alto índice de gente mayor.
   Visito con frecuencia los hospitales cuando a mi caballero andante se le rompe la armadura y necesita que se la remienden y veo a cada familia con su anciano al pie de las camillas.
    Vivimos un mundo loco que prolonga las vidas que ya no tienen aliento. Deberíamos vivir hasta que pudiésemos ser capaces de respirar profundamente y transcurrir por los días sin dejar de ser autónomos y pudiendo mantener nuestra identidad, lo demás es un bis que ya no hace gracia. Vivir sin sentir cuando ya se han ido las pasiones, los recuerdos y hasta casi el latido.
   Yo soy ahora como esas civilizaciones orientales que veneran a sus mayores por esa paz que dan y por esa sabiduría que tienen. La gente de nuestra generación y de las generaciones anteriores están subidas en la noria de la vida en donde hay poco tiempo para la reflexión y para el sosiego porque se está en la lucha por la supervivencia, el éxito o cualquier loco afán en el que los seres  humanos nos empleamos.
   Yo me agarro a mi caballero y a su bastón mágico para seguir con él paseando por la vida. Espero que su aventura dure hasta que circule el verdadero aliento por sus venas sin dejar nunca  de ser él, sin perder jamás su esencia. Sigo aprendiendo y riéndome a su vera, en eso las cosas no han cambiado tanto de cuando era una niña y teniéndolo cerca parece que la lucha contra los molinos no se hace tan dura.



lunes, 13 de abril de 2015

Asi empieza lo malo. Javier Marías.








  En la literatura circula la vida y de una forma particular en los libros de Javier Marías  además de una certera reflexión sobre ella. Tal vez en sus novelas haya una  especial visión sobre todo, la suya, pero es una panorámica que me convence. Me gusta su punto de vista sobre muchas cosas que a veces coincide con el mío y que otras tantas me enseña o me da a pensar acerca de algo sobre lo  que no había reflexionado.
   Nacido en Madrid en 1951 su obra ha sido traducida a más de 40 lenguas y publicada en 50 países.
Es curioso como varios de sus libros tienen títulos que pertenecen a la obra de Shakespeare. Es el caso de Mañana en la batalla piensa en mí, Corazón tan blanco y ahora del libro que me ocupa Así empieza lo malo. "Así empieza lo malo y lo peor queda atrás" -decía Shakespeare en una de sus obras.
   Así empieza lo malo es una historia en la que dos personajes  Muriel y Beatriz viven una serie de acontecimientos   que están condicionados por todo lo que sucedió en el pasado. Como la vida misma, todo lo que vivimos en la actualidad en nuestras vidas es como es por cada uno de los movimientos que hemos hecho desde que empezamos a actuar en este gran escenario.
   Aparece un tema recurrente en Marías "los secretos". Esas grandes o pequeñas cosas que no contamos, que no nos cuentan y que van a tener tanta importancia en las decisiones que vamos a tomar o en las decisiones que tomarán los demás, cuando ocultamos la verdad o parte de ella, o cuando hacemos una traducción de esta, como si la persona con la que nos comunicamos hablara en otro idioma y tuviéramos la necesidad de traducirle los hechos y así es, los traducimos pero no a otro idioma,  los traducimos a nuestro propio pensamiento, que no es el mismo que el del otro.
   Ahora me leo esta historia y pienso en todas esas cosas que no dije en su momento o que no me dijeron. Esos silencios que van a ser los culpables de que las cosas hayan transcurrido de una manera determinada.
    Lo que no se cuenta influye y lo que se cuenta también  porque el ser humano tiene una mala costumbre, ademas de la de callarnos o mentir, también tenemos un vicio,  el vicio de contar. Esa  necesidad que tiene hasta el mudo impedido para emitir sonidos con sus marchitas cuerdas vocales  y que aprende a hablar con sus manos, con esos movimientos que parecen las alas de una mariposa al viento. El introvertido, el tímido, el celoso de su intimidad, el reservado, el asesino, el mentiroso, el traidor, el cura que oye la confesión, el médico que conoce el diagnóstico, el maestro que escucha al padre que derrama su secreto en el aula ya vacía de alumnos, todos cuentan, todos revelan sus miedos, sus esperanzas, sus sueños y los secretos propios y ajenos y cada historia se tergiversa, no  es la historia vivida, es la historia contada, ya ordenada, ya un poco lejana del caos de la realidad.
   Y hay muchos temas dentro de la novela de Marías, sus personajes tal vez son una excusa para llevarnos por tantas cuestiones  que se quedarán dando vueltas dentro de  nuestra cabeza una vez que hayamos leído la última página.
   El amor apasionado que el protagonista clasifica como de extraño, por lo difícil que es que se dé, incluso de incómodo, por tener que sufrirlo:
   ¿Por qué habría de querernos el que señalamos nosotros con el tembloroso dedo? (...) ¿A qué tanta casualidad? y cuando se da, ¿a qué tanta duración?  ¿Por qué ha de perseverar algo tan frágil y tan prendido con alfileres, la más rara conjunción? (...) El extraño gusto por la repetición, volver al mismo cuerpo y regresar y volver...
   La juventud como esa época en la que todavía el ser humano no está formado, no está "hecho" como le dirá Muriel al joven que hace las veces de narrador de la historia, el joven De Vere:
   Aún no estás hecho del todo. (...) Probablemente nadie esté nunca hecho del todo, y todavía menos los jóvenes, y es normal que los mayores los veamos así, inacabados o como una novela a  medio escribir o leer, en la que puede suceder cualquier cosa o no tanto- pero demasiadas-.
   Como vemos a los demás en nuestras relaciones:
   El otro nunca está claro, es siempre oscuro, hasta nuestra mujer y nuestros hijos nos resultan opacos, y en efecto uno nunca se mete en los pensamientos de nadie y a veces los otros, ni siquiera están pensando, solo reaccionan, sólo actúan o responden a estímulos, pasando por el cerebro por alto o no haciéndole caso o sorteándolo, no dándole tiempo a expresarse, ni a formularse...
   La novela está ambientado en el Madrid de los años 80, recién instalada  la democracia, recién instalada la "supuesta libertad" que se respiraba después de tantos años oscuros:
   Fue un período en el que en Madrid casi nadie dormía porque tras las noches de farra, y salvo los estudiantes y los artistas y los vagos profesionales, no había noctámbulo que, no se encontrara a la mañana siguiente en su puesto de trabajo. (...) Nadie era capaz de sustraerse a la ebullición nocturna de aquellos años, anómalos, festivos pese a las zozobras políticas, las incertidumbres de toda índole, si tenía algo de dinero y aunque fuera muy desdichado. Por entonces no eran raros los atascos  de tráfico, en medio de la madrugada de un miércoles, de un lunes y hasta  de un triste martes.
   El tema de la maldad está continuamente presente en el libro, lo malo que empieza siempre en cualquier momento de la vida:
   Hay que contar con que todos hemos hecho algo malo en alguna oportunidad. Tú también, o si no: dispones de todo el tiempo del mundo, demasiados años por delante.
   El eco de los años oscuros del dictador planea sobre las páginas de la novela de Javier Marías. Hechos horrendos que salen a la luz cuarenta años después, cuando muchos limpiaron sus manos, cambiaron su semblante y su culpa y se vistieron de demócratas alegremente;
   Hace cuarenta años no había medias tintas entonces. Pero estamos en 1980, y han pasado esos cuarenta años para mezclarlo todo más de lo que imaginamos.

   A muchos se les pagaba en especie (...)-¿En especie? ¿Qué especie, si esas familias tenían poco o nada?  -Tenían pasado. Tenían secretos y tenían mujeres.

   Podría escribir muchísimas citas más de este libro que no es ni el mejor ni el peor de este escritor, pero que  es una vez más una novela que me interesa y me lleva a reflexionar sobre muchas cosas.
Me fascinan los finales en la literatura. Ese mensaje que busca el escritor para apartarse definitivamente de la historia, cerrarla y dejarnos a nosotros con esa certeza o con una incertidumbre tremenda. Ahí van las líneas con las que acaban esta novela:

   Hice bien en esperar a quererla, a que me señalara con su tembloroso dedo y yo estuviera en condiciones de verla, y he hecho bien en quererla todos estos años atrás, seguramente no he hecho nada mejor en mi vida.

   No será lo mejor que hagas en tu vida pero no te pierdas a Javier Marías en Así empieza lo malo, vivir otras vidas es un placer que nos da la literatura, la suya con una visión tan profunda de la vida mucho más.

 

lunes, 30 de marzo de 2015

¡TAXI !











    Iba absorta mirando a través de la ventanilla del taxi, eran las siete de la mañana y
 la ciudad se iba despertando poco a poco, en la radio sonaba una de esas canciones imposibles a la que no se la puede ubicar en una época determinada, era una canción antigua y melancólica y en aquel momento era la banda sonora de mi vida. Aquella vida mia extraña y complicada que parecía haberse  detenido en aquel taxi y en aquella hora, las siete de la mañana, una hora para no estar despierto, para estar a salvo y abrigado en una cama que no esté vacía y cubierta de mullidos edredones Pero yo iba en un taxi y a esa hora  tal vez estuvieran pasando cosas buenas  como una hornada de croasanes calientes y deliciosos que salían de un ardiente horno o el inminente encuentro de dos amantes que impacientes se disponían a darse un abrazo infinito tras de la puerta. Eran las siete de la mañana y también era probable que todo lo malo de la vida estuviera a punto de suceder. Alguien que se disponía a ingresar en prisión o un suicida que barajaba la posibilidad de llegar al final del camino con lo  imprevisibles que son los suicidas normalmente.
   Pero en aquel taxi se estaba bien era como estar en tierra de nadie. Las calles se iban sucediendo ante mis ojos con esa luz mortecina que empieza a aparecer con los primeros rayos de sol que se hacen notar en el frío y festivo mes de Febrero. Mi pensamiento volaba a la misma velocidad que se movía ese vehículo blanco con un cartel de libre en el parabrisas. Libre, libre, libre, así me sentía a las siete de la mañana en aquel taxi, deseando no llegar a mi destino porque  todo lo veía claro desde ese lugar inexistente en  ese estado de gracia y en  ese momento tan preciso,
    El coche se paró, a duras penas le pague al taxista tal vez haciendo tiempo para no salir rápidamente, para seguir escuchando la banda sonora de mi vida que ahora se había convertido en una melodía maravillosa que no quería dejar de escuchar, para intentar seguir pensando con tanta clarividencia, para seguir sintiéndome tan libre a las siete  de una mañana fría de Febrero.
   Y me vi ante mi puerta introduciendo la llave en la cerradura y miré hacia el taxi que desaparecía en la esquina. Y volvió mi vida extraña  a instalarse de nuevo en  mis pensamientos.

martes, 17 de febrero de 2015

El hombre enfadado del sillón y el fin de 900 días de amor.

   Supe que tenía que desertar de aquella vida un viernes por la tarde. No fue un día especial en el que ocurrieran grandes acontecimientos o en el que dieran en la tele algo excepcional, como uno de esos interminables partidos de fútbol  de un mundial, o las noticias contándonos los pormenores de una catástrofe aérea en Oriente, no, como cada viernes el plan era no tener plan, sentarme allí al lado de aquel hombre enfadado, nunca  supe el  porqué de su enfado, mientras escuchaba los sonidos que venían de la calle.
  Eran sonidos de viernes se notaba, yo observaba el televisor junto a aquel señor silencioso y circunspecto pero mis oídos y mi cabeza se concentraban en la algarabía que venía de fuera. Allí sentada, circunspecta yo también por mimetismo, me quería imaginar las caras de la gente que en la calle había salido de sus casas para ir a lugares alegres y ruidosos, a sitios donde se bailaba y se hablaba y se bebía como un viernes más, como cada viernes mientras yo parecía convertirme en hierro que quedaba atrapado por el  gran imán que suponía aquel sillón ,  aquel hombre serio y aquel televisor  al  que yo no le prestaba atención.
   Viendo aquella imagen nadie hubiera sospechado que una vez, entre aquel hombre callado y yo había habido novecientos días de amor. Justamente novecientos días que es lo que dicen los expertos que dura una pasión. Una pasión en la que hubo juramentos de "te quieros para siempre",en donde todos los besos y caricias del mundo eran pocos e inagotables y en donde no había televisión  ni apabullantes silencios.
   Desde aquel sillón, aquel viernes empecé a vislumbrar otra vida lejos del señor enfadado, mi compañero de asiento. Debo reconocer que parecía difícil escapar de aquel lugar y de esa ausencia de palabras que me había hecho enmudecer a mí también, todo se asemejaba a esa situación en la que por la noche tienes una tremenda pesadilla en la que quieres gritar y no puedes hacerlo, así me sentía yo atada a una mudez, atada a un enfado, atada a un sillón... pero ahora desde la lejanía de aquel lugar y de aquella vida, he podido entender que no hay ataduras eternas, por muy difícil que parezca escapar de ese tipo de prisión. Cada uno de nosotros lleva unas alas interiores que nos hacen buscar la libertad, por muy complicada que se nos ponga la situación, por muy atrapados que podamos estar y sentirnos,
   Y a partir de aquel viernes, en el que las risas de la gente en la calle llegaban a mis oídos de una manera más nítida y fuerte, en el que el hombre enfadado empezó a convertirse para mí en un espectro que se sentaba a mi lado y que representaba las cenizas de un amor que duró novecientos días, ese viernes en el que miraba a un televisor pero ya no lo veía, a partir de ese momento comenzó mi huída hacia otra vida.
   Y ahora si alguna vez paso cerca de un sillón y hay una tele encendida, entre nosotros, no me siento nunca por si acaso llega algún otro señor enfadado y se me sienta al lado.
 

domingo, 11 de enero de 2015

DESDE UN TAXI




    María he decidido abandonarte. No creas que ha sido fácil tomar esta decisión pero en todo esto han pesado  mis deseos de libertad y sobre todo la certeza de que a tu lado nunca seré feliz.
   Sí, ya sé que teníamos una vida en común estupenda, que entre nosotros no existían los gritos ni las peleas, ni siquiera el aburrimiento. Hemos compartido muchos momentos y todas esas vivencias me han hecho comprender que pese a que eres alguien  lleno de estupendas cualidades hay algo en mi interior que me ha venido diciendo en los últimos tiempos que tú no eras la persona que yo soñaba. Tal vez es que yo seré siempre el "buscador del amor", un amor que quizá solo exista en mi cabeza y nunca en la realidad. Un amor que no pueda personificar jamás porque podría suceder que no halle nunca a esa persona que me haga sentirme libre, libre para poder atarme a la idea de vivir permanentemente sin deseos de partir jamás hacia ningún otro lugar.
   Sé que no busco un motivo, sino un sentimiento, no quiero razones, quiero sentir sin más. Puede que contigo todo fueran motivos y razones.  
   Me odiarás por mi cobardía, por haberte hecho saber mis intenciones a través de un mensaje pero es que  no he sido capaz de enfrentarme a tu mirada profunda, inteligente y absurdamente escrutadora.
   María te estoy escribiendo este mensaje desde un TAXI y fue también desde un TAXI desde donde te vi en una ocasión  cuando caminabas por la acera ajena a mi mirada, absorta en tus pensamientos y al observarte a través del cristal, desde mi asiento viéndote sin que tú pudieras verme, tan lejana ya de mí como si fueras una extraña, alguien ajeno a mí y a mi vida, entonces pensé  María que debía tomar la decisión. 
   El taxista está impaciente por saber nuestro destino, lléveme al aeropuerto, digo con la más absoluta de las convicciones.


   ¡TAXI, lléveme rápido al aeropuerto! Tengo que llegar antes de que coja el avión. Pero ¿a dónde se irá? Cuando el TAXI me deje en la puerta iré a donde está el control de la Guardia Civil y allí lo encontraré, todo el mundo tiene que pasar por ahí. Esto no me puede estar pasando a mí, llevamos catorce años juntos, catorce años sin una discusión, sin un problema, sin una palabra más alta que otra... y no sé ahora que es lo que pasa. Nunca noté que fuera infeliz, que estuviera pensando en abandonarme. TAXI, ¿ no puede ir más rápido?  Me parece mentira estar ahora aquí, persiguiéndolo, yendo tras de él, Puede ser que nunca me trajera flores, pero siempre traía ganas o al menos eso creía yo. Que desagradecido es el amor, es un juego en el que siempre sale alguien perdiendo y creo que esta vez me ha tocado a mí. En realidad no sé que es lo que hago yendo en su busca. ¿Qué voy a conseguir? Un puñado de excusas, unas cuantas palabras balbuceantes que además ha sido incapaz de decirme a la cara. Si, creo que esta partida está perdida, pero todos los seres humanos necesitamos que nos anuncien la muerte y la muerte llega sin avisar, un día sin más. Es como ese condenado a morir en Japón, que espera en el corredor de la muerte y cualquier día lo llevan a la horca, así sin avisarlo. Se pasa años enteros sabiendo que va a morir, pero sólo el día elegido por los supremos conoce que ese es el día del fín. Hoy es el día del fin de mi amor. TAXI damos la vuelta, lléveme al principio de una nueva vida, sin él.